El pasado 6 de julio falleció a los 80 años falleció uno de los mejores joteros de Aragón y, por supuesto, de las Cinco Villas: Teodoro Arruga Jiménez. Su último adiós lo dio a todos sus admiradores con el féretro abierto, vestido con el traje de jotero, que le dio tantos éxitos sobre el escenario, y con la imagen del Cristo Marinero de Sádaba en las manos.

Teodoro fue considerado como el mejor tenor de la comarca cincovillesa en los grupos en los que actuaba, como el de Bardenas, pero muy en especial en la rondalla de sus amores, la de Sádaba. Actuó hasta el último momento en todos los festivales y misas baturras de este grupo, con su laureado cuerpo de baile, canto y rondalla. No ha habido un pueblo de las Cinco Villas, y posiblemente de Aragón, donde no haya actuado, incluso cantó en el extranjero. Intervino también en muchas ocasiones en las cadenas de televisión (española y aragonesa).

Recibió infinidad de premios (como el del Certamen de Zaragoza), así como homenajes a lo largo de su dilatada carrera, el último en su pueblo, organizado por su rondalla, junto al que ha sido el tándem musical de su carrera, su inseparable Ángel Pueyo. Con él formó un dúo inigualable e irrepetible.

Teodoro Arruga empezó en la Rondalla Cristo Marinero, que fundó en los años 40, con Luis Salcedo. Luego tomó las riendas del grupo Miguel Iguaz poniéndose su actual nombre. Así, juntos, Salcedo e Iguaz crearon la conocida jota Dos santos hacen senderos, que se sumó al medio centenar de composiciones posteriores creadas por Iguaz.

Si bien, Teodoro Arruga destacó por la interpretación de su jota más conocida: "La jota que bien se canta, al bravo le hace llorar, al cobarde ser valiente y al anciano recordar". Esta jota fue la leyenda utilizada en su féretro.

Su voz, recia y con mil matices, llenó siempre los escenarios con esta jota, así como con otras como Canta por el monte aIlaante, interpretadas con personalidad arrolladora.

Los joteros de la villa de Sádaba y compañeros de todos los pueblos le despidieron como se merecía: trasladándole a hombros desde el tanatorio hasta la iglesia de Sádaba. Ahí, su grupo de jota al completo le rindió su último homenaje. Junto a ellos, joteros llegados desde diferentes puntos de Aragón, y, muy especialmente, de la comarca. La jota fue el canal para unir sentimientos encontrados, porque despidió a uno de los grandes joteros de estos tiempos.