"Más allá de una arquitectura brillante en su concepción formal, una buena novela es aquella que no sólo consigue despertar la admiración del lector, sino conmoverlo, de forma que pase a formar parte de su bagaje emocional". Con este objetivo aborda Andrés Trapiello (Manzaneda del Torío, León, 1953) su dedicación a la escritura, y más concretamente al género novelístico, que le ha reportado, entre otros, el último premio Nadal gracias a Los amigos del crimen perfecto , que ayer presentó en la sala Ambito Cultural de El Corte Inglés de Zaragoza.

Poeta, novelista, historiador de literatura, ensayista e incluso editor, Andrés Trapiello es, ante todo, un apasionado de la palabra que no duda en saltar de un género a otro según sus necesidades de comunicación, ya que, como señala, "ningún género es excluyente pues cada emoción, cada sentimiento y cada historia precisa de un género. Hay cosas --continúa-- que sólo pueden decirse en un poema y, aunque a veces los géneros no son puros porque se mezclan, sí que cada uno responde a sentimientos, intensidades y públicos diferentes".

Esta premisa estuvo, sin duda presente a la hora de convertir en novela Los amigos del crimen perfecto , una historia que camina entre la narración de una trama policiaca y la necesidad de reflexionar sobre los sentimientos de justicia y venganza, más propio, esto último, de un ensayo. Más propio quizás para otros, pero no para Trapiello, un cervantino confeso que concibe el género novelístico como una fórmula que "al igual que El Quijote tiene que ser entretenido, pero al mismo tiempo debe enseñar a los lectores y mostrarles una actitud ante la vida".

HISTORIA Y REFLEXION

Cuenta el escritor leonés que Los amigos del crimen perfecto nació "como un homenaje y una parodia al mismo tiempo de la novelas policiacas, las de caballería y Cervantes". Sin embargo, un acontecimiento que le marcó personalmente hizo que la estructura de la obra abarcase ambos caminos narrativos, el de la historia en sí y el de la reflexión. "Escribía un libro sobre los maquis --cuenta--, cuando conocí a un policía franquista que había sido torturador profesional y había mandado al paredón a mucha gente inocente. Me impresionó mucho hablar con él, pero sobre todo con las víctimas y los familiares de las víctimas, muchos de los cuales todavía esperaban que se hiciera justicia".

Este episodio marcó el devenir de la novela. Así, junto a la historia de un grupo de detectives que se juntan para hablar sobre la posibilidad de pergeñar un crimen perfecto --hasta que la vida les pone uno enfrente "y entonces muchos de ellos salen despavoridos"--, la obra da un salto para centrarse en un sentimiento "complicado, ambiguo, muy oscuro pero muy humano a la vez, como es la venganza".

Una pasión que surge "cuando la gente ve que no hay justicia y trata de conseguirla por medios no legales, lo que produce más injusticia", asegura el autor, que alude a un "diálogo con Cervantes" a la hora de plantear la novela, ya que, a su entender, "El Quijote ofrece una actitud ante la vida, la denominada actitud cervantina, que preconiza defender siempre al humilde frente al poderoso, y al poderoso de sí mismo, de su soberbia, etc; algo que es justo lo contrario a lo que hoy vemos en muchas ocasiones", concluye.