No quiere hablar del argumento del libro porque «al principio no sabes muy bien qué está pasando», aunque se intuye que algo no va bien. Y «para no desvelar esa magia», no quiere ni siquiera nombrar «el tema», tal y como llama Eloy Moreno al problema al que se enfrenta el protagonista de Invisible.

-Su primera novela, ‘El bolígrafo de gel verde’, se sigue vendiendo y ya va por 200.000 ejemplares, y eso que se publicó hace casi una década. ¿Qué tiene Eloy Moreno para conectar tan bien con el público?

--Sobre todo que mis novelas hablan de la realidad, de cosas que a todos nos han podido pasar o nos pueden pasar.

-¿De dónde surgió la idea de ‘Invisible’?

--Lo que ocurre en el libro no lo he vivido de cerca pero sí que sé que está en el día a día. Pero es la primera vez que escribo desde la perspectiva de un niño.

-¿Y le ha resultado complicado?

-Sí, porque un niño no habla igual que un adulto, las conversaciones no son las mismas ni las palabras tampoco. Pero lo más bonito es que es un libro que no tiene edad, lo puede leer cualquier persona, desde 12 años a 112, como yo digo. Y de hecho ya ha habido gente que lo ha leído y después se lo ha pasado a sus hijos y eso a mí me encanta, porque que se comente un libro en casa es una rareza, así que he conseguido un pequeño milagro.

-Ha apostado por capítulos cortos, como si fueran fogonazos.

--En general mis novelas son así, porque a mí me gusta leer ese tipo de libros, que se puedan dejar en cualquier momento. Eso que dices un capítulo o más que son dos páginas, uno más que son dos páginas (risas).

-El protagonista no tiene nombre, sí los amigos.

--No, el protagonista, no, y además los otros son raros. Lo hice a posta; puse nombres que no existieran en la realidad porque los críos son un poco crueles. Y como no quería que identificasen a nadie con ninguno de los personajes me inventé nombres: Kiri (una marca de quesitos), Zaro (una conocida tienda de ropa pero en masculino). Y el protagonista no tiene nombre.

-El título es ‘Invisible’. ¿No vemos lo que no queremos ver?

-Así es. De hecho, uno es invisible porque los demás le hacen invisible. Miramos hacia otro sitio para no ver, pero a la vez que a alguien no queremos verle, va desapareciendo de alguna manera. El libro juega con eso. A veces queremos ser invisibles y otras todo lo contrario, pero no podemos elegir. A veces eligen los demás por nosotros. Al final, uno de los personajes dice: «Bueno, mientras no me toque a mí», pues... es lo que nos pasa en la sociedad.

-¿Ser invisible es la solución?

-Al principio puede parecer algo bonito. Pero no. Aquí es la excusa del niño para justificarse; todos intentamos justificar lo que nos pasa y él se refugia en ese superpoder que cree que tiene.

-Él hace hincapié en la falta de empatía por parte de los demás.

--Pero eso pasa también, porque a veces por miedo, por lo que me pueda pasar a mi o si no es tan amigo... Uno intenta meterse en su mundo y es una mezcla entre miedo y vergüenza.

-¿Y la familia?

--Es cierto, eso pasa. Pasa mucho, hay muchos niños no ven a sus padres hasta las 10 de la noche. Y claro esos niños son invisibles porque los padres no saben lo que están haciendo. Y si los niños no dicen nada, es lo que se llama la Tormenta Perfecta.

-El niño tiene un refugio.

--Es un símil de que tiene que haber un sitio en el que te sientas seguro. Antiguamente, cuando no había redes sociales en tu casa estabas seguro pero ahora las redes sociales te persiguen.

-¿Que le han dicho los padres cuando lo han leído?

--Lo primero que han hecho es dárselo a sus hijos. Hay momentos, como cuando la profesora escribe palabras en la pizarra, las palabras no tienen el mismo significado que para un niño, por ejemplo empollón, para nosotros puede ser alguien que triunfa, pero para ellos no.

-Hay mucha simbología en la novela, el dragón, la luna.

--La luna es quien le guía, en este caso su hermana; el dragón es eso que tienes dentro y que un día sacas; los monstruos, ya sabemos lo que son.

-Todos podemos ser monstruos.

--Sí, a la vez podemos ser víctimas y monstruos. Algunos padres dicen que la balanza cae y es muy fácil que vaya a un lado y otro.

-¿Tiene ‘Invisible’ un efecto moralizante?

-Pretendo entretener, pero si puedo meter una cosilla... más que moralizante me gusta que haga reflexionar, que deje un poso. Esas son las novelas que me encantan.

-Al final se convierte en una bofetada a la conciencia.

-A todo, sí (risas), profesores, alumnos, padres, una bofetada a la sociedad en general. Muchos lectores me han dicho que van a intentar abrir los ojos a partir de ahora; y es que tenemos que mirar más.

-¿Se supera?

-Sí, en general se sale, pero primero hay que verlo y detectarlo. Aunque la novela esté ambientada en un niño, se puede extrapolar al acoso, maltrato, violencia de género... cambia la edad pero también es una persona que se vuelve invisible y nadie hace nada; ese sentimiento es universal y nos puede pasar a cualquiera. Yo siempre digo un poco en broma que incluso en una fiesta uno se puede sentir invisible.