Damon Krukowski es un destacado miembro de la realeza indie rock, antiguo miembro de los míticos Galaxie 500 y mitad de Damon & Naomi, proyecto que comparte con su esposa Naomi Yang. Pero en los últimos años Krukowski ha dado menos que hablar por su música que por su forma de hablar sobre música.

A finales del 2012 publicó en Pitchfork un artículo que dio la vuelta al mundo sobre el streaming y su escaso impacto en las cuentas bancarias de los músicos. Le ofrecieron escribir un libro sobre ello, pero Krukowski quería reflexionar solo sobre las muchas implicaciones sociales y culturales del tránsito del paradigma analógico al digital.

El resultado fue The new analog. Cómo escuchar y reconectarnos en el mundo digital (Alpha Decay), un ensayo en el que, pese a lo que pueda sugerir el subtítulo, Krukowski no da instrucciones para escuchar la música o vivir la vida. «No soy un ludita -explica a través de un smartphone-. No soy un nostálgico, como tampoco soy un futurista. Yo solo quería exponer una serie de cuestiones y dejar que fuera el lector quien tomara sus propias decisiones».

Cada capítulo de The new analog aborda un proceso que ha cambiado para los productores de sonido, y qué clase de reflejo (no siempre aparente) ha tenido en nuestra relación con la tecnología e incluso nuestra vida social. Por ejemplo, Espacio mental nos explica cómo el escuchar música con auriculares juega con nuestro sentido de la orientación. ¿Aquella canción de Björk que decía «mis auriculares… me salvaron la vida»? Pura fantasía: te harán tener un accidente. «Estás sacrificando muchas cosas si llevas auriculares por la calle, perdiendo la capacidad de oír lo que sucede a tu alrededor».

Otro capítulo, Efecto de proximidad, aborda el tema de los micrófonos y la comunicación a través de teléfonos digitales diseñados para transmitir la señal y no el ruido. Al aislar la voz, esos móviles eliminan los matices, los afectos. «Son las partes ruidosas y no verbales de la voz las que establecen la proximidad en nuestras comunicaciones», recuerda Krukowski en su ensayo.

La pregunta que él quería hacerse no era tanto «¿qué pasará con nuestros royalties?» como «¿quién decide qué es señal y qué es ruido?». A su juicio, damos ese poder a las grandes corporaciones, las redes sociales, los fabricantes digitales… «Y lo que es inútil, borroso, ineficiente, el ruido, es en realidad tan importante como la señal. Mi libro es al final un gesto político».

Para las plataformas de streaming, hasta hace poco el contexto de un disco era ruido, en parte porque les convenía económicamente. Spotify se ha enfrentado a demandas por usar canciones sin las licencias necesarias o compensar a todos los titulares de derechos de autor. Solo tres días después de que Krukowski escribiera al respecto en Pitchfork, la plataforma anunció que empezaba a incorporar créditos.

Pese a todo, Krukowski es usuario premium de Spotify. Lo dicho: ni nostálgico ni futurista, solo un melómano de vieja escuela llegando a pequeños acuerdos con el presente. «También me gusta mucho Youtube y que no haya mucho control sobre su contenido. Lo mejor de la cultura digital es, en realidad, el caos». Otra forma de llamar al ruido.