Y aún dicen que la máquina del tiempo no existe. La mía es de color blanco, mide 15 x 24 centímetros y tiene 457 páginas. La abro por la página 182 y aparezco en Italia, el 2 de agosto de 1435, en las tiendas del campamento del rey Alfonso V, el Magnánimo. Al fondo se ve la fortaleza portuaria de Gaeta, la clave de la guerra de Nápoles, la ciudad que estamos asediando desde hace meses, vacía de provisiones, próxima a la rendición. Alrededor de la fortaleza nuestro ejército, soldados aguerridos. En la bahía nuestra flota, justa de marinería, con unas pocas grandes carracas a vela, con muchas galeras de remos. Llevamos ya quince años luchando en Italia.

La noticia de la poderosa flota que ha zarpado de Génova, cargada de trigo y de arqueros, que viene a abastecer a los de Gaeta, nos ha puesto en un brete. No tenemos casi marineros, nuestras naves son más pequeñas que las suyas, pero no hay más remedio que embarcar y buscar el combate en alta mar, lejos del puerto. Si el trigo llega a Gaeta, la campaña está perdida, jamás se rendirá la ciudad. Nuestros soldados son de carrasca y romero, no de agua salada. Como mejor puedan tendrán que servir en los puentes, trepar al mástil, abordar al enemigo, y si el mar se pone bravo y se marean, a aguantarse.

Tres días después, en la página 184, las dos flotas ya están enfrentadas, cerca de la isla de Ponza, que aquí se hará famosa. Las fintas, los engaños, no han servido de nada. El aparejo de fortuna que hemos ordenado no puede con la maestría naval genovesa. Sus gigantescas carracas de alta borda han caído sobre nosotros como una pedregada de junio sobre los sembrados. Su almirante ha estampado su nave contra la del rey, que ha quedado escorada, medio hundida. Nos rendimos. Y menos mal que el viento está en calma y nuestras galeras consiguen huir, remolcando algunas naves mayores.

Pero el rey Alfonso nació con estrella y los milaneses han robado su presa a los de Génova. Al Magnánimo, con sus barones catalanes y aragoneses, se los ha llevado el duque de Milán a su castillo. Y se han hecho amigos. El duque Filippo, el Visconti, ha visto su valía, su encanto le ha vencido, ya confía en él, ya son aliados. Resurgimos.

La ventaja de esta blanca máquina del tiempo es que podemos elegir mes y día. Ahora estamos el 2 de junio de 1442, en las afueras de Nápoles. Es la página 270. Un albañil napolitano nos ha guiado a través de los subterráneos del acueducto de la ciudad. Por allí han entrado nuestros mejores soldados. Arrastrándose con antorchas han llegado hasta el pozo de un jardín, dentro de la muralla. Es de noche, no hay guardia. Entre las sombras, callamos a los vecinos que se han asustado. La sorpresa es nuestra. La muralla, las torres, el portón, atacados por dentro y por fuera, están libres. El ejército está tomando la ciudad. Nápoles ha caído.

testigo directo / Esos dos pasajes son de lo más entretenido que podemos leer en La conquista de Nápoles de Bartolomé Facio, una reciente publicación editada por la Institución Fernando el Católico (IFC), pero hay mucho más entre esas páginas. El saqueo de Marsella por catalanes y aragoneses, el asalto a la fortaleza de la isla de Ischia, las maniobras cortesanas, los sobornos de tropas, las trampas de los papas, las andanzas de los peligrosos condottieri. Veintitrés años de guerra dan para mucho, y en manos de un gran historiador, y de una gran traductora, el relato resplandece.

La obra la redactó en el siglo XV un testigo directo de los hechos, Bartolomé Facio, un gran historiador renacentista, italiano, que sirvió a las órdenes de Alfonso V el Magnánimo y fue uno de sus cortesanos. La historia la redactó en latín, un latín digno de los clásicos, de un Salustio o de un Tito Livio. Y de los pormenores que nos transmite este libro da buena cuenta esta comparación: lo que Zurita cuenta en seis líneas de sus Anales, breve, conciso y exacto, como siempre, Facio lo cuenta, con el increíble detalle que dan las cosas vividas de cerca, en veinte o treinta páginas de buen texto. No hay comparación posible.

LA EDICIÓN DEL TEXTO / ¿Y por qué una obra como esta, el detallado relato de las hazañas del rey de Aragón y de nuestros antiguos barones en Nápoles ha permanecido escondida para nosotros hasta hoy? Difícil contestar a esa pregunta. La IFC conoció la obra de Facio hace ahora doce años, de la mano de uno de los mejores investigadores que ha conocido el que esto escribe: el taustano Enrique Galé, que consultó La conquista de Nápoles cuando estaba descubriendo otra joya de la literatura aragonesa, más perdida aún que esta, la Peregrinación de las tres casas sanctas del Pedro Manuel de Urrea, otra obra maestra de nuestra literatura, condenada por la inquisición y que sobrevivió en ese único ejemplar que encontró Galé en Grenoble. Desde aquel momento, en 2006, la IFC intentó recuperar la obra de Facio para el público aragonés. Y tras varios años fue otro de nuestros casi anónimos héroes, en este caso heroína, quien dio un paso al frente y aceptó el reto de traducir por primera vez al castellano 400 páginas de latín renacentista. Ana Isabel Magallón es su nombre, profesora de latín en la Universidad de Zaragoza. Han sido varios años de trabajo, en los que la traductora casi ha vivido más en el siglo XV que en el XXI, y el éxito de su trabajo se ve en la calidad de la traducción, en las más de mil notas que explican el texto allí donde es necesario, en la magnífica introducción que sitúa al lector en el contexto histórico y cultural de la época.

La obra, muy cuidada en cuanto a diseño e impresión, lleva además premio añadido. El artista Francis Meléndez aceptó ilustrar el libro con una detalladísima representación de Nápoles, que permite identificar con precisión sus edificios y comprender el escenario en el que se desarrolla parte de la obra. Dos planos acompañan también el texto.

Para todos los que estén dispuestos a dedicar una parte de su tiempo a la lectura reposada de esta gran obra de historia, aquí van los datos de la edición. Si les gusta la historia, es muy probable que no queden decepcionados: Bartolomé Facio: Los diez libros de las hazañas del rey Alfonso. La conquista de Nápoles [1455], traducción directa del latín, introducción y notas de Ana Isabel Magallón. Edita Institución Fernando el Católico (DPZ), Zaragoza, 2017. PVP 25 euros.