VITRINAS

Lucio Macario

Editorial STI

No es fácil abarcar con una sola mirada estas Vitrinas de Lucio Macario que con pulcra elegancia ha editado el Sindicato de Trabajos Imaginarios (STI) de Javier Cinca Monterde. Una mirada que quiera asomarse a este libro se topará con su irreductibilidad, con la rigurosa complejidad que albergan sus versos aparentemente tranquilos, sus líneas engañosamente claras. Incluso el yo del autor, ancla fija en el movido mundo literario, naufraga entre sus páginas: Lucio Macario --de quien por cierto se informa que murió en 2012-- es el autor de los versos, aunque no se le oculta al lector que este nombre es un heterónimo del zaragozano Luis Moliner. Pero el juego va más allá con la presencia de Antonio Montal, quien firma el imprescindible epílogo y que no es sino otro heterónimo de Moliner. Así, el vértigo que surge de preguntarse quién es quién resuena todo a lo largo del libro, con un eco sutil pero continuado.

Tampoco es fácil explicar concisamente de qué hablan estos poemas repletos de sugerencias, a pesar de que el epílogo constituye la mejor guía para entender las intenciones del autor (o autores). De este modo, las páginas del libro igual contienen referencias alquímicas que el recuerdo de las sombras refugiadas en Lesbos; los trazos de un retablo del siglo XVI que los trozos de significado de una palabra; el gran vidrio de Duchamp que el caracol nocturno de Lezama. Todo ello, además, magníficamente alquitarado en unos versos en donde siempre queda lugar para el resplandor lírico y la reflexión humanamente lúcida.

El texto poético se ve acompañado, flanqueado y reconstruido por las ilustraciones que lo acompañan, esas vitrinas a las que el título alude y que como explica en el epílogo el propio Antonio Montal, forman «un proceso de transformación perturbador» que no tiene por qué explicar los poemas, sino más bien amplificar su sentido.