Han coincidido esta semana la presentación del XXV aniversario de la más joven de las denominaciones aragonesas, la de Calatayud, y también la nueva campaña de imagen de la DOP Cariñena.

El Vino de las piedras ya se ha convertido en un eficaz lema, asociado con Cariñena y capaz de diferenciar a una de las más antiguas denominaciones españolas. Renueva eficazmente sus propuestas, asociando la elaboración del vino con el trabajo del escultor en piedra. Terruño y transformación en arte gracias a la intervención humana.

Por su parte, Calatayud se presenta como Viñedo extremo. Vinos de altura aludiendo a las características de sus cepas, situadas a gran altitud, pero también sugiriendo una idea de calidad, que no falta en las garnachas de la zona.

Borja continúa con su Imperio de la garnacha, mientras Somontano se afana en darse a conocer en los EEUU, ya que, curiosamente, es la zona aragonesa que menos exporta.

El caso es que las denominaciones han entendido que hay que promocionarse. Que el buen vino ya no se vende en la bodega, sino que necesita presencia activa, campañas, prensa, radio, televisión, revistas especializadas. Y hay que competir con otras zonas que hace ya tiempo que apostaron por darse a conocer.

Lo que sigue faltando, y estos tiempos de pactos parecen un buen momento, es atacar la promoción conjunta de nuestro vino. El consumo, no nos engañemos, sigue decreciendo y la mayoría de los jóvenes viven de espaldas a la que debería ser nuestra bebida nacional, que para eso somos los mayores productores mundiales.