El grupo La Pegatina, ese fenómeno de masas que trivializa con mucha habilidad los hallazgos de Mano Negra, las búsquedas de formaciones como Dusminguet y el 'cómo están ustedes' de Los Payasos de la Tele, cerró el sábado en Lanuza el capítulo de grandes actuaciones de Pirineos Sur (cuando escribo esta crónica aún tiene que celebrarse el concierto de Beatriz Bernad que cerró el festival). La destreza de La Pegatina para difundir su propuesta a través de vídeos, redes sociales e incluso videojuegos para móvil, y su vitaminada puesta en escena explican también su éxito. Y no hay mucho más que comentar, por lo que deberemos de ocuparnos de las ofertas que precedieron en el escenario a la formación catalana.

Dos Medinas Blancas, espectáculo cuyo nombre es una referencia directa a las ciudades de Casablanca (Ad-Dar al-Baida) y Zaragoza (Medina al-Baida), fue el que abrió la velada. Se trata de un proyecto musical producido por Pirineos Sur y Boulevard (Marruecos), y protagonizado por las cantantes Carmen París y Nabyla Maan con resultados espléndidos. Con ellas, los músicos Tarik Hilal (guitarras), Mahmoud Chouki (mandolina, banjo y outar), Peter Otero (bajo) y Pablo Martín Jones (batería y percusiones), aportando una instrumentación sencilla pero eficaz, directa pero repleta de matices. Hermoso encuentro sí, entre la jota transculturada de la París y el repertorio popular marroquí de Nabyla Maan, brillantemente interpretado, en gozoso intercambio de patrones sonoros, de lenguas (notable el esfuerzo de ambas cantantes por cantar cada una en el idioma de la otra) y de voces empastadas (poderosa la de París, delicada la de Nabyla).

Y a través de ese imaginario sonoro de dos ciudades que comparten el color y la luz, y de dos intérpretes a la búsqueda de un universo común mediterráneo, recorrimos historias próximas, conexiones actuales, y sorprendentes (aunque no estrambóticas) relaciones musicales. Si Carmen transformó en su día el pasodoble Paquito el chocolatero en la copla Zaragoza la romana, ahora, con la aportación de Nabyla Maan y de sus músicos la pieza parece saltar sin problemas del Magreb a la península y al revés. Un viaje de ida y vuelta, resultado, sin duda, de vario siglos de vida en común.

Y así, mezclando repertorios, la propuesta, equilibrada y vibrante, pasó por el chaabi y la música arabo-judía, por el melhun (una de las modalidades de la música andalusí y por los acentos casi rockeros; incluso ese arrebatador bolero que Carmen interpretó sola (Palabras mustias), en respuesta a la también estupenda creación en solitario de Nabyla (Li Chaghel Bali, de su disco de 2013 Aech Hyatek) nos trasladó a la época dorada de los cabarets del norte de África en los que convivían sin fricciones músicas de procedencias muy diversas. En fin, que Dos Medinas Blancas es una muestra singular de un trabajo pensado con talento y armado con el corazón.

Tras Carmen y Nabyla, Bob Mahgrib, colectivo de músicos marroquíes, revisó, en clave norteafricana, un puñado de canciones de Bob Marley. Toda una reformulación, especialmente atractiva en piezas como Could You Be Loved, de la síncopa reggae, a travé de cadencias árabes, gnawa y bereberes. Una oferta más vital que esa que pasean por el mundo los pecios de lo que fue el grupo The Wailers.