La prodigiosa voz de la soprano, pero también la figura elegante y la personalidad amable y cercana de Pilar Lorengar vuelven a cautivar a los zaragozanos gracias a la exposición Pilar Lorengar. Una aragonesa de Berlín, que ayer se inauguró en el IAACC para conmemorar los 20 años de su muerte y «hacer justicia a quien fue una de las grandes figuras de la lírica española del siglo XX», como apuntó Alejandro Martínez, comisario de la muestra junto a Sergio Castillo.

Y es que, como señalaron los responsables de la muestra, organizada por el Gobierno de Aragón y la Asociación Aragonesa de la Ópera Miguel Fleta, Lorengar es menos conocida en su ciudad natal que en Alemania, donde vivió durante 40 años «y queríamos que la gente supiese quién es, más allá de que da nombre a una calle o a un instituto y conozcan su gran trayectoria internacional».

En la misma línea se pronunció el director general de Cultura de la DGA, Nacho Escuín, que recordó que su departamento ha apostado por los grandes iconos de la cultura aragonesa, con un proyecto “que pretende dar a conocer la vida y obra de mujeres y hombres que, con su arte, llevaron el nombre de Aragón mucho más allá de nuestras fronteras”.

ARTISTA Y MUJER CERCANA

Nacida Lorenza García Seta en el barrio de El Gancho, Pilar Lorengar (16 de enero de 1928 - 2 de junio de 1996), procedía de una familia muy modesta y nadie hubiese dicho que acabaría por ser una cantante de reconocido prestigio en los escenarios de medio mundo, desde Nueva York a Milán pasando por San Francisco, Londres o Salzburgo, pero sobre todo en la Ópera de Berlín.

Varias frases suyas reflejadas en la muestra dejan patente su personalidad: «No me arrepiento de mi origen humilde; soy una mujer feliz. Mi vida es el cuento de Cenicienta». «Pienso que nací para ser cantante. Fue en mí algo natural e instintivo». «El destino y mi intuición dijeron cuando tenía que dejar de cantar». Tres frases que definen su clarividencia en lo personal y lo profesional.

La muestra se articula en torno a cuatro ámbitos cronológicos y tres espacios temáticos, que repasan la trayectoria personal y profesional desde el nacimiento de la cantante hasta su muerte a través de piezas traídas desde la Academia de las Artes de Berlín, de la Asociación de Amigos de la Música de Zaragoza, y colecciones particulares. Son programas de mano, fotos, correspondencia privada, trajes, joyas y otros objetos personales, condecoraciones, un busto, vinilos, discos, forman parte de una larga lista de más de 300 objetos que se han recopilado en esta exposición, que podrá verse hasta el 11 de diciembre y que pretende también reivindicar a Zaragoza como ciudad lírica para recuperar una temporada estable.

Una serie de documentales y grabaciones de fragmentos de algunas de las óperas que le dieron más prestigio redondean el conocimiento de la soprano, de la artista. La documentación privada y los objetos personales nos llevan a la mujer «siempre cariñosa», como la recordaba su hermano Manuel Andrés Seta, que asistió a la presentación acompañado de su familia.

Manuel evocaba a Loren, la niña que pasaba temporadas con él y su familia de adopción en Santa Cruz de Moncayo, donde este residía; los días que estuvo con ella en Madrid cuando su carrera comenzaba a despuntar, o a la ya gran soprano volviendo al pueblo y apuntarse como una más a ir al campo para recoger lo que después se comeria en la mesa. Ella era así, «una persona sencilla a pesar de ser tan importante y la voz más maravillosa que he conocido», conluyó Manuel.