Entre el objeto y la imagen. Escultura británica contemporánea fue una de las exposiciones más destacadas del año 1986. Tuvo lugar en el Palacio de Velázquez de Madrid. Habían pasado dos años desde el inicio de las conversaciones entre el Ministerio de Cultura y The Bristish Council, resultado, a su vez, del éxito de la exposición de Henry Moore en 1981, celebrada en el Palacio de Velázquez y en el Palacio de Cristal. Qué tiempos. No pasó inadvertido el interés de Carmen Giménez, directora del Centro Nacional de Exposiciones, y de José Luis Brea, jefe del Servicio de Exposiciones, por dar a conocer el arte internacional en Julian Andrews, autor del prólogo en el catálogo: «Cualquiera que visite España en la actualidad se da cuenta del gran entusiasmo que ahí existe por las novedades contemporáneas en las artes de todo el mundo».

Los más destacados representantes de la «nueva» escultura británica se dieron cita en Madrid: Familia Boyle, Anthony Caro, Tony Cragg, Michael Craig-Martin, Richard Deacon, Barry Flanagan, Antony Gormley, Ian Hamilton Finlay, Shirazeh Houshiary, Anish Kapoor, Richard Long, Eduardo Paolozzi, William Tucker, Alison Wilding y Bill Woodrow. Juan Muñoz escribió en el catálogo el texto «Un hombre subido a una farola. (Entre la escultura británica y la escultura a solas)», que concluía: «Se nos ocurre que la escultura inglesa tiene una cualidad particular. Es difícil encontrar paralelos fuera de su geografía isleña. Sus elementos, sus discursos le son propios. [...] Tony Cragg, la piedra angular, coge el cochecito del símil picassiano, lo pone en el suelo y junto a él otro, y varios más en dirección contraria. Es posible que habiendo escrito del gesto de un cuello que se levanta, del hallazgo no fortuito, del uso del hallazgo, del color, de la parte, de su envés (el todo), del suelo (envés por excelencia), de la gravedad (razón de ser del suelo), del Rock-Drill, habré hablado de la escultura británica».

Pasó el tiempo. El entusiasmo se tiñó de melancolía y de las sombras de los ausentes. Y hasta las calles de las ciudades españolas llegaron obras de arte público de algunos de aquellos artistas británicos. En 2002 se puso en marcha la iniciativa municipal de escultura «Málaga. Ciudad Museo» que, en 2005, incorporó la obra Points of View de Tony Cragg, la primera escultura pública del artista en España. El programa Intervenciones artísticas de la Exposición Internacional Zaragoza 2008 seleccionó al escultor, que realizó la obra Wild Relative. Ambas se encuentran en buen estado de conservación; digo ambas porque la de Málaga fue utilizada como soporte de unos cables para sujetar un escenario cercano, en 2015. Nada queda del entusiasmo por saber de los ochenta.

En la margen derecha del río Ebro, entre el Puente de Piedra y el Puente de Santiago, a la altura del edificio del Ayuntamiento de Zaragoza, la escultura de Tony Cragg (Liverpool, 1949), Premio Turner en 1988, se sitúa en la acera, a la altura de los paseantes. Wild Relative (Pariente salvaje) sugiere el perfil del rostro de una figura de rasgos desfigurados e incapaz de avanzar, tal es la fuerza del viento que la agita. El tratamiento plástico de la imagen es el resultado de la tensión a la que Tony Cragg somete formas y materiales, asuntos centrales en la formulación de su escultura.

«El artista es un experto en un campo que él delimita para sí mismo. Es un campo en el que se mezclan objetividad, irracionalidad y subjetividad. Al inventar un vocabulario más denso y más complejo, el artista contribuye a la comprensión del mundo. [...] Tratando de trascender su propia pequeñez, poniendo en ello toda su energía, como un águila, se siente constantemente desgarrado por dos sentimientos: por una parte su pequeñez en el tiempo y en el espacio y por otra su grandeza de águila», escribió Cragg en 1985. Mucho ha cambiado su discurso plástico, pero aquel águila es ahora el viento que amenaza con deshacer la forma del rostro humano, al tiempo que limpia y aporta energía renovada. El material elegido es fundamental siempre, no en vano la reflexión sobre los materiales tradicionales y los materiales encontrados permitió a Cragg emprender el proceso de su renovación escultórica. A partir de los años ochenta, Tony Cragg sustituyó los materiales cotidianos de sus primeras obras para regresar a los tradicionales, como el bronce que elige para especular con el dinamismo formal de Wild Relative, cuya superficie pulida acoge luces y claroscuros que alteran los volúmenes e incorporan un inconfundible acento cinético a su escultura.