Conservar y visibilizar los restos del yacimiento de Los Collados han sido los objetivos de los trabajos llevados a cabo hasta el pasado mes de julio, por lo que ya se puede visitar la zona situada entre Botorrita y Jaulín.

Estas últimas intervenciones, llevadas a cabo desde finales del 2017 y hasta el mes pasado, han consistido en reconstruir la muralla «y la zona de acceso al poblado» que apareció junto ella, una «especie de corredor delimitado por troncos, que en su momento eran de roble» y que ahora se han instalado troncos de pino para reproducir esa entrada», asegura Jesús V. Picazo, director junto a Javier Fanlo y Fernando Pérez Lambán del equipo que llevó a cabo las excavaciones. Los trabajos de rehabilitación los ha dirigido y ejecutado el restaurador Alfonso Monforte.

La muralla, la más antigua documentada de la comunidad y en todo el valle del Ebro, se ha reconstruido porque «solo conservaba una o dos hiladas de piedra», por lo que se decidió «levantar un metro en la zona más baja (la muralla está en una ladera y hay desnivel) y 30 centímetros en la zona más alta, para así dar relevancia a la estructura y que fuera visible, al mismo tiempo que conservara la estructura original durante cierto tiempo».

Además, se ha colocado un panel informativo «en el centro del yacimiento explicando qué había allí y algo de historia» de la zona», ya que el enclave está situado en un lugar al que es difícil llegar, por lo que «el acopio de material y la subida hasta la cumbre ha sido muy exigente».

CONSERVACIÓN

También se han tapado «los restos encontrados» en campañas celebradas del 2008 al 2014, los suelos «por donde circulaba la gente en la Edad de Bronce, se ha cubierto de tierra con la esperanza de que crezca vegetación y esta sujete el sedimento para que quede protegido y no necesite otro mantenimiento porque eso encarece la conservación»,

Los Collados es un poblado de la Edad de Bronce que fue destruido por un virulento incendio hacia el año 1900 a. C. Los trabajos de campo se desarrollaron desde el 2008 al 2014 y en «esas campañas conseguimos excavar el poblado completo. Es un sitio muy pequeñito, que sufría los procesos de la erosión y estaba bastante deteriorado», explica Picazo. Se encontraron elementos muebles, sobre todo cerámicas interesantes y completas, que están en el Museo de Zaragoza; así como estructuras como hogares, silos elevados y la muralla».

Fue entonces cuando diseñaron un pequeño proyecto para conservar, en este caso, tapar los restos porque «si se quedan a la intemperie se deterioran rápido» y restaurar la muralla. Lo presentaron a la dirección general de Cultura y Patrimonio del Gobierno de Aragón pero no fue hasta finales del año pasado cuando desde la institución se aportó 8.500 euros aproximadamente, que unidas a las pequeñas cuantidadad donadas por la Universidad de Zaragoza han permitido hacer realidad la restauración.

«La idea es que este tipo de yacimientos que normalmente pasan desapercibidos porque no tienen estructuras monumentales sean visibles», reconoce Picazo, ya que no requieren grandes inversiones, pero facilitan que «la gente que pasa por allí, haciendo senderismo, o por rutas, sepa que existe ese punto de interés y tenga información básica».

Picazo considera que es «una solución interesante, factible y barata para estos yacimientos que no requieren una musealización pero no podemos dejarlos de lado ni abandonarlos». El trabajo de investigación en el yacimiento está acabado, ahora solo queda «seguir investigando en diversos aspectos de la vida del yacimiento, a través de sus cerámicas. Los estudios continuarán pero ya serán de laboratorio».