«Vencer o morir», declamaba el general Palafox para arengar a los combatienes y al pueblo zaragozano para animarles en su lucha contra los franceses en el año 1808. Ayer, 210 años después, el aliento vino de los ciudadanos y de los visitantes, que se echaron a la calle -la lluvia amenazó pero no impidió la vistosidad de la batalla- para confortar a los combatientes en su lucha contra los franceses. Fueron miles los que no quisieron perderse la lucha cuerpo a cuerpo o la batalla, que tuvo lugar por la tarde con el Coso como escenario; la presentación matinal de las tropas, la visita al mercado napoleónico y al campamento museo situado en el parque Tío Jorge; o el desfile entre escenarios que asustó a más de uno, antes de que se enteraran de que era la recreación de Los Sitios.

Más de 400 soldados y civiles pertenecientes a asociaciones venidas de toda España y de Europa (había alemanes, portugueses, franceses y rusos), se enfundaron en los trajes de batalla (bando español y francés), iguales que los de hace dos siglos, y combatieron cuerpo a cuerpo por defender la ciudad. Y durante un tiempo lo consiguieron, con el aliento de quien si ayer le hubieran dejado, también hubiera salido a defender «la patria».

La batalla se extendió desde el Coso hasta Echegaray y Caballero y por donde pasaba, se notaba, sobre todo por la pólvora que despedían y que parecía señalar que el combate era real. Pero no, no hubo muertos, ni heridos.

REVISTA A LAS TROPAS

Antes de este encuentro, todas las tropas desfilaron por el centro de la ciudad, por la tarde para ir en busca de los enemigos, y por la mañana en la plaza del Pilar, donde Palafox, acompañado por el padre Boggiero y «cuello corto», el famoso Tío Jorge, pasó revista a las tropas. No fue Palafox, si no Luis Sorando, presidente de Voluntarios de Aragón, que organiza la recreación, quien fue presentando a los grupos. Los primeros y los más importantes, el pueblo de Zaragoza y de todo Aragón, «tanto nobles como de las clases más humildes», que fueron los que se levantaron en armas porque aquí no había guarnición y durante los primeros días fueron ellos los encargados de defender la ciudad. Ellos eligieron al General Palafox, que vivía en Madrid y que llegó a Zaragoza, un mes antes del conflicto, para que comandara las tropas.

Junto a ellos, los Voluntarios de Aragón (con la bandera blanca), que estaban en Madrid pero que no dudaron en dejar la capital para volver a casa; la Infantería suiza (el país exportaba soldados pero al llegar aquí, algunos desertaron); la Legión extremeña; el Regimiento Cantabría, la Guardia real española (con el uniforme que llevaban a partir de 1810); la Infantería de Marina, que aquí tuvo que luchar tierra adentro; voluntarios de Gerona, milicias de Tarragona, los Voluntarios de Madrid, las milicias, o la Artillería (con su cañón azul celeste, el color era lo que les diferenciaba de otros países.

Estos por parte del bando español; y por el francés, los mariscales, la guardia imperial, los granaderos, la infantería ligera y, dos grupos portugueses, que participan por primera vez, y eso que fueron casi 5.000 los que lucharon. Y es que Napoleón pensaba que sería fácil tomar la ciudad y mandó a los menos experimentados. Un grupo de ellos se pasó al bando español -por lo que pelearon en los dos bandos-, defendiendo la Aljafería, lugar al que se traslada hoy la batalla.

La noche la pasaron descansando, curando a los heridos, contando anécdotas y preparando la estrategia final en el campamento situado en el parque Tío Jorge, donde se puede disfrutar y conocer un poco más de la vida diaria de los combatientes y incluso charlar con los soldados. Todo aquel que quiera sumarse, aunque sea como espectador será bienvenido, ya que no hay manos suficientes para defender Zaragoza. El final de la historia se escribe hoy.