Era jueves y decidimos ir al Huerva a cazar culebras. Por el camino... Charito, ¡horror! Pero tampoco llovió. Mis amigos eran maestros en la caza de culebras de agua. A mi me daban un poco de asco y miedo. Pero aquella fue "mi alternativa" (...) Al volver me extrañó que el guarda del Rincón de Goya no nos tirara piedras.

El que antecede es un fragmento de Las pequeñas, para unos el libro más sorprendente del año, para otros, la primera novela gráfica española. Y es que este libro fue manuscrito y dibujado por el zaragozano Jesús Fernández Arellano en 1957, cuando contaba 26 años y se encontraba en el hospital convaleciente de un accidente de moto sufrido en Madrid, donde residía. El volumen permanecía inédito y ha sido ahora publicado por la editorial Morsa, después, también, de una curiosa historia.

"En la Feria del Libro de Madrid hablé con el dibujante Juanjo Sáez y le comenté que mi padre, hacía 50 años, había hecho algo que tenía cierto parecido con lo que él hace. Le mandé varias imágenes por correo y le gustaron muchísimo. Él conocía al editor y decidimos publicarlo. Fue todo por casualidad", cuenta Rubén Fernández, hijo del autor.

Jesús Fernández Arellano, que falleció en el 2000, fue durante 40 años profesor de dibujo en la localidad de Priego de Córdoba, donde llegó desde Madrid. A principio de los años 60 protagonizó una breve etapa como pintor que incluyó cinco exposiciones individuales. Sin embargo, pronto lo dejó para volcarse en la docencia. Eso sí, no dejó de crear, pero nunca pensando en darse a conocer, de ahí que su hijo asegure que la publicación de Las pequeñas "me crea un doble sentimiento: por un lado de satisfacción que la gente conozca esta obra maravillosa que no había salido del ámbito familiar; por otro, como mi padre nunca tuvo interés en publicar me hace tener dudas de si debía hacerlo o no. Al final ganó el sentimiento positivo sobre todo de cara a sus nietos, que no lo conocieron".

Tiene Las pequeñas el encanto de mantener en su edición tanto la letra manuscrita como los dibujos originales, pero, sobre todo, el ser pura biografía de Jesús F. Arellano y retrato de una época ya pasada. Cada capítulo está dedicado a una chica y a un momento determinado de la infancia, adolescencia o juventud del autor en los que aparecen los escenarios urbanos que vivió en su momento. Así el lector se sumerge en el Madrid y la Barcelona de posguerra y, sobre todo, en una Zaragoza --sin duda, la gran protagonista-- que ya no existe.

"Era una Zaragoza muy humana, pensada para el peatón, con niños jugando por la calle, que iban en bici al Huerva a coger culebras, que montaban en tranvía solos, sin necesidad de ir con adultos. Era una ciudad cómoda para los chicos a pesar de que tenía 250.000 habitantes", cuenta el hijo del autor, que ayer presentó la obra en la librería Cálamo de Zaragoza.

INCLASIFICABLE Otra de las singularidades del libro es su estructura. Para empezar, si bien la excusa temática para contar episodios vividos son los nombres de las chicas, "en realidad no son cuentos, no es un cómic, tampoco una novela, por lo que genéricamente es inclasificable", señala Rubén Fernández, quien añade que, además, "no sigue una linealidad, pues un capítulo habla de la infancia y el siguiente de la adolescencia, ahora vuelve a la infancia y luego está en la universidad". Por ese motivo, y aunque Jesús F. Arellano nunca hiciese intención por publicar la obra, su hijo entiende que la concibió para ser disfrutada por otros, "pues ese ritmo de cambio de etapas es intencionado, está hecho para leerse; era una forma de escribir distinta, con flashbacks continuos y además, en el texto no hay ningún error, ni ningún dibujo retocado, por lo que o salió así ya directamente y es difícil o realmente estaba muy planificado y pensaba que algún día podía salir a la luz", concluye.