Era curioso ver ayer salir a la gente de las tiendas del paseo Independencia y ponerse a bailar, a hacer unos pasitos o simplemente a mover un poco las caderas al ritmo de la música hip hop que marcaba, en la plaza de España, el flashmob popular con el que concluyó la celebración matinal del Día Internacional de la Danza en Zaragoza. Era, de alguna forma, el objetivo de la celebración, contagiar a todos las ganas de bailar, como poco antes había dicho el consejero municipal de Cultura, Fernando Rivarés.

Y es que la plaza de España y parte del paseo se convirtieron por unas horas en una gran sala de baile, en la que se instaló, sobre una moqueta roja, una barra de 120 metros en la que más de un centenar de alumnos tanto de la Escuela Municipal de Danza como de centros privados de la ciudad realizaron ante el público una multitudinaria clase, dirigida por el maestro Antonio Almenara y con la música en directo del pianista Jaime López. El resultado fue espectacular, pero sobre todo, satisfactorio tanto para los participantes como para quienes se encontraron con el espectáculo en la calle. «Es una buena forma de mostrar lo que hacemos», comentaba una joven bailarina, entusiasmada por actuar «ante tanta gente, pues muchos de los que aquí hay seguro que nunca han ido a vernos a una actuación, y ahora pueden saber lo que hacemos y gustarles».

PRIMERA CELEBRACIÓN OFICIAL / La de ayer fue la primera vez que Zaragoza celebra de manera oficial y conjuntamente entre todos los centros el Día Internacional de la Danza, «pues una ciudad europea y moderna no podía obviar una celebración como esta», señaló Rivarés en la presentación de la jornada. Participaron alumnos de la Escuela Municipal de Danza pero también de ocho escuelas de la ciudad: Academia Foss, Centro Antonio Almenara, Centro Arantxa Argüelles, Conservatorio Municipal Profesional de Danza, Coppelia Danza, Escuela Emilia Baylo, Estudio 12, y Dance&Style.

El consejero de Cultura recalcó que la danza «es importante por su belleza, disciplina y el esfuerzo que requiere», pero también «porque como las demás artes puede ayudar a cambiar los hábitos, la cabeza de cada uno, el cuerpo y la ciudad; es un instrumento que puede cambiarnos a nosotros y a nuestro entorno».

Y en esa línea iba dirigido el manifiesto del Día de la Danza que dejó escrito la bailarina y coreógrafa Trisha Brown, fallecida el pasado mes de marzo, y que ayer leyó el joven bailarín de la Escuela Municipal Pablo García. «Me hice bailarina porque quería volar», decía Brown en un escrito en el que también señala que «la danza comunica y expande el lenguaje universal de la comunicación, dando lugar a la alegría, la belleza y el progreso del conocimiento humano».

Por eso, tras la mencionada clase de danza clásica, frente a la DPZ se organizó el flashmob popular. Una actividad que, como dijo Rivarés, estaba «abierta a cualquiera que quiera bailar, porque la música, seas profesional o no, te pone en movimiento para cambiar el mundo».

La celebración del Día Internacional de la Danza siguió por la tarde, en esta ocasión en el Museo Pablo Serrano, donde la Compañía Aragonesa de Danza, formada por las compañías profesionales de Miguel Ángel Berna, y LaMov, de Víctor Jiménez recorrieron el centro con sus cuerpos en movimiento al ritmo de la música. Y el Centro Joaquín Roncal de la CAI se proyectó Carmen, una producción de The Cullberg Ballet, protagonizado por la bailarina zaragozana Ana Laguna. Una forma más de «recuperar el orgullo de Zaragoza como ciudad de la danza que siempre ha sido, por las gentes que aquí se forman y por los bailarines zaragozanos que hay fuera», como también había señalado Rivarés.