Hace diez años, un grupo de trabajadores del Servicio Aragonés de Salud se planteó empezar a cooperar con Malawi, un país que presenta uno de los índices de desarrollo más bajos del planeta, a través de la colaboración con los hospitales públicos. En ese momento, el Salud mantenía programas de cooperación directa, a través de los que sus profesionales podían viajar a otros países para ejercer su labor sin dejar de percibir su salario.

Aquella iniciativa permitió montar equipos de médicos residentes de pediatría y de enfermeras que permanecían en Malawi un mínimo de dos meses. Pero «con la crisis, ese programa se suspendió. Pero los profesionales más implicados nos constituimos como asociación para poder seguir yendo, aunque fuese por nuestros propios medios», explica la doctora Carmen Ferrer, presidenta de lo que hoy es la oenegé aragonesa Malawi Salud.

Desde el 2012 hasta el 2017 siguieron trabajando a pesar de la falta de financiación pública. Pero en este tiempo no les han faltado apoyos privados, como el del el Colegio de Médicos de Zaragoza, la Fundación Jerónimo Soriano o la Asociación Wawitai, que desde el 2012 ha apoyado a Malawi Salud en la compra de medicamentos básicos.

«Durante este tiempo hemos hecho aportaciones voluntarias a la asociación, lanzamos alguna campaña para conseguir fondos... Y en este periodo no solo nos hemos mantenido, sino que hemos crecido», relata Carmen Ferrer.

Actualmente, cada año viajan ya tres equipos formados por tres residentes y tres enfermeras cada uno. Cada equipo permanece dos meses en el Hospital Central de Kamuzu, durante la época de mayor demanda, coincidiendo con la temporada de lluvias, que en Malawi es sinónimo de malaria y desnutrición.

El pico de trabajo está entre enero y abril, «pero este año hemos podido ir de enero a junio, y la temporada que viene podremos ir de noviembre a junio del 2019. Y todo gracias al apoyo del Ayuntamiento de Zaragoza, que el año pasado empezó a apoyarnos a través de su programa de cooperación al desarrollo, con el que subvenciona parcialmente nuestra labor», expone la doctora Ferrer.

Esta subvención les ha permitido sufragar los desplazamientos de las enfermeras y cubrir su manutención y seguros, así como la compra de suministros esenciales, como antibióticos, sondas, antisépticos…

La financiación de la estancia de los médicos residentes corre por su cuenta, ya que el programa MIR les permite que completen su formación en algún hospital fuera de Aragón mientras reciben el salario del Salud, siempre que se hagan cargo de sus gastos.

El Hospital Central de Kamuzu es un centro público que en las épocas de mayor demanda puede llegar a tener cien ingresos de niños al día. «Eso es una barbaridad», apunta Carmen Ferrer. «Puede llegar a haber cuatro o cinco niños por cama»

El de pediatría es el gran departamento de este centro hospitalario. Hay que tener en cuenta que la pirámide demográfica de Malawi se ensancha de manera increíble en la base, debido a la altísima natalidad (5,05 hijos por mujer en el 2015) y a que la esperanza de vida es de solo 63,9 años (casi 20 años menos que en España). Pero en la década de los 90, esta esperanza rondaba los 40 años, entre otras razones porque Malawi es uno de los países con mayor prevalencia de VIH del mundo. Afortunadamente, en los últimos años se han generalizado los tratamientos con antiretrovirales.

La misión de Malawi Salud es «exportar lo mejor de nuestro sistema público de salud», sostiene Ferrer. «El nuestro es un programa defensor de los servicios públicos. África se hunde y ya vemos las riadas de gente que huye de la pobreza. Si queremos exportar algo nuestro, ¿qué mejor que nuestro sistema sanitario público, universal, gratuito y equitativo?».