Más de 2,5 millones de personas trabajadoras son pobres en España, el 14,5% de la población asalariada. Vivir como trabajador pobre es una realidad corrosiva no solo para la economía del hogar, sino además para el cuidado que requieren las relaciones familiares y sociales, o la propia capacidad cognitiva, o sea, el poder pensar y tomar buenas decisiones. Se trata de cuestiones

que impulsan el bienestar de la familia. Porque el bienestar se origina en la calidad de las relaciones; es algo que sucede en la relación con otros.

Las investigaciones de Educo sobre el bienestar de la infancia corroboran la

importancia que los niños otorgan al aspecto relacional. Lo que más les preocupa no es la falta de recursos, sino la exclusión de actividades, y la vergüenza de no poder participar en igualdad de condiciones. La escasez no es solo de recursos económicos, sino además de tiempo y de las relaciones de apoyo, tanto familiares como sociales. La precariedad determina que el trabajador pobre no pueda ocuparse, pero sí preocuparse.