Cada 30 de enero, coincidiendo con el aniversario del asesinato de Gandhi en 1948, en las instituciones educativas se dedica un día a recordar e impulsar el ideal pacifista por el que este hombre luchó toda su vida. Esta celebración se inauguró en España en 1964, de la mano del poeta, educador y pacifista Llorenç Vidal, y desde 1993 goza del reconocimiento e impulso de la ONU.

Esta celebración nos recuerda la necesidad de paz y entendimiento; y, puesto que se celebra en las escuelas, debería impulsar una educación que prepare a las niñas y niños para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad entre sexos y amistad entre todos los pueblos, grupos étnicos, nacionales y religiosos…, como proclama el artículo 29d de la Convención sobre los derechos del niño aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989. DÍA

Este tipo de conmemoraciones, siempre necesarias. Pero hoy lo son más que nunca. Inmersos como estamos en catástrofes humanitarias de diverso signo -crisis de refugiados, conflictos militares, amenazas terroristas, violencia estructural que expulsa a la gente de sus hogares, intolerancia creciente en países y sociedades que hasta ahora parecían santuarios de los derechos humanos- es vital educar para la paz si queremos avanzar en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El ODS 16 se refiere explícitamente a la paz y tiene como cometido «promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles».

Sin embargo, estamos lejos de avanzar en esa dirección. Diríase que hemos tomado el sentido contrario. De acuerdo al Institute for Economics and Peace -un think tank internacional que se dedica a medir el estado de la paz en el mundo y los costes económicos de la violencia- los indicadores de paz en el mundo han retrocedido.

El Índice de Paz Global del 2016 concluye que ha habido una marcha atrás. En los últimos años, las muertes por terrorismo han aumentado un 286%; de 8.466 víctimas registradas en el 2008, se ha pasado a 32.715 en el 2016. Se han multiplicado por cinco las muertes en conflicto bélico: de 19.601 personas en el 2008, a 101.406 en el 2015.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) contabilizó 57 millones de refugiados y desplazados en el 2015. Hay nueve países que tienen más del 10% de su población en la categoría de refugiado o persona desplazada. En Somalia y Sudán son el 20%; en Siria, cerca del 60%. En términos económicos, el coste de la violencia supone el 13,3% de la actividad económica mundial, del producto mundial bruto, 11 veces el volumen global de la inversión directa extranjera. A cada persona del mundo, la violencia planetaria le cuesta 1.876 dólares al año.

La política y la economía son necesarias para lograr la paz. Pero esta solo será duradera si se basa en el compromiso intelectual y moral de cada ser humano con ella. La escuela es, hoy por hoy, la esperanza de que el cambio que queremos para el mundo empiece con aquellos que se sientan para aprender todo.