Bajo el término de parálisis cerebral se agrupan un conjunto de afectaciones cuya característica fundamental es el daño en la función motora. Podemos entender, por tanto, la parálisis cerebral como un trastorno global de la persona consistente en un desorden permanente y no inmutable del tono, la postura y el movimiento, debido a una lesión no progresiva en el cerebro antes de que su desarrollo y crecimiento sean completados. Esta lesión puede generar alteración de otras funciones superiores o interferir en el desarrollo del sistema nervioso central.

Es un desorden permanente, lo que implica que la lesión neurológica es irreversible y persiste a lo largo de toda la vida. Las células nerviosas no se regeneran.

Dicha lesión no cambia, es inmutable. El daño neurológico no aumenta ni disminuye aunque las consecuencias pueden mejorar o empeorar.

Un desorden del tono, la postura y el movimiento supone la alteración del sistema neuromotor e incide en aspectos físicos como la postura o el movimiento.

La causa es una lesión no progresiva en el cerebro, esto es, no aumenta ni disminuye, no es degenerativa.

Dicha lesión se produce antes de que el desarrollo y crecimiento del cerebro hayan concluido. Puede ocurrir durante la gestación, el parto o los tres primeros años de vida del niño. Un período de tiempo en el que el sistema nervioso central está en plena maduración.

La lesión también puede afectar a otras funciones superiores como la atención, la percepción, la memoria, el lenguaje y el razonamiento. El número de funciones dañadas depende, en primer lugar, del tipo, localización, amplitud y disfunción de la lesión neurológica. En segundo término, del momento en que se produce el daño, por el nivel de maduración cerebral.

La lesión interfiere en el desarrollo del niño y la maduración del cerebro.