El hambre, el deterioro de los recursos naturales, el cambio climático y la desigualdad creciente son algunos de los problemas que todavía están por resolver, y que ni los avances tecnológicos, ni las conquistas sociales, ni los progresos políticos y económicos, no solo no han sido capaces de solventar, sino que, en muchos casos, los han empeorado todavía más.

El modelo agroalimentario actual no ha dado los resultados esperados de superar el hambre en el mundo y ha sumado a este el problema del coste ecológico. La modernización agrícola no ha solucionado el problema generalizado de la pobreza rural, ni ha mejorado la distribución de la tierra agrícola. Los pesticidas y fertilizantes son los causantes de muchos problemas de salud y del medio ambiente, siendo un modelo dependiente del petróleo, lo que lo condena a su inviabilidad a medio plazo.

En las últimas décadas ha aumentado la conciencia sobre la necesidad de reorientar los sistemas de producción agrícola y ganadera. Esto implica una nueva conciencia social y política; pero también, nuevas herramientas conceptuales (teorías, categorías y métodos) que permitan su viabilidad, económica, técnica y social. En este escenario, la agroecología y la soberanía alimentaria se convierten en piezas claves que ofrecen soluciones.

De acuerdo con la definición que da la FAO, la agroecología es una disciplina científica, un conjunto de prácticas y un movimiento social. Como ciencia, estudia cómo los diferentes componentes del agroecosistema interactúan. Como un conjunto de prácticas, busca sistemas agrícolas sostenibles que optimizan y estabilizan la producción. Como movimiento social, persigue papeles multifuncionales para la agricultura, promueve la justicia social, nutre la identidad y la cultura y refuerza la viabilidad económica de las zonas rurales. Las personas que practican una pequeña agricultura son las que tienen las herramientas para llevar a cabo la agroecología. Ellas son las guardianas reales del conocimiento y la sabiduría necesaria para esta disciplina.

Soberanía alimentaria

Se trata de una disciplina joven, que se va dotando desde su nacimiento de nuevos fundamentos gracias al trabajo de científicos de talla mundial como Stephen Gliessman (Universidad de California) o Miguel Altieri (Universidad de Berkeley). Organizaciones civiles y activistas de todo el mundo la han adoptado como paradigma de trabajo en el ámbito del desarrollo, y ha saltado de los aspectos técnicos al ámbito social y político, junto con el concepto de soberanía alimentaria.

La soberanía alimentaria se define como el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo, tal y como establece la Declaración de Nyéléni, del año 2007.

Los modelos agropecuarios que respetan la soberanía alimentaria deben estar adaptados a las condiciones ecológicas, económicas, culturales y sociales de la zona, dando origen a explotaciones viables ecológica, económica y socialmente.

Las alternativas que ofrece la soberanía alimentaria son el cultivo y consumo de productos de proximidad, productos de temporada y agroecológicos, fortaleciendo tanto la cultura y la economía local como una red social más fortalecida.

Hay que aclarar que la soberanía alimentaria no significa autarquía, autosuficiencia plena o la desaparición del comercio agroalimentario internacional, pero demanda compartir la idea de que los alimentos no son una mercancía más. Al igual que cabe diferenciar la agricultura ecológica de la agroecología, ya que esta última además de garantizar una producción de alimentos sin tóxicos, cuida de que el uso de los recursos sea más sostenible, así como de las relaciones sociales del territorio, apostando por un desarrollo ligado a una identidad cultural.

Cabe subrayar finalmente que, a pesar de los procesos de industrialización sufridos por el sector agropecuario, todavía el 70% del alimento sigue siendo producido por pequeñas iniciativas agroalimentarias. El propio relator especial de Naciones Unidas sobre el derecho de la alimentación, Olivier de Schutter, concluyó en su informe final que era necesario un cambio de paradigma orientado hacia la agroecología, como única salida contra la crisis alimentaria.

El Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI) desarrolla desde 1994 sus proyectos en el ámbito rural, siempre desde una perspectiva agroecológica y con el objetivo de alcanzar la soberanía alimentaria, ya sea en sus acciones de ámbito internacional en África Occidental, América Latina y Magreb, como en España. En Aragón, son ejemplos de este quehacer la muestra agroecológica que se desarrolla todos los sábados en la plaza del Pilar, así como el proyecto Mincha d’aqui, que pretende generar redes de iniciativas alimentarias locales y sostenibles en la zona pirenaica y del Somontano aragonés.