Los campos de refugiados de Kutupalong, Balukhali y Leda, en Bangladesh, han absorvido las nuevas llegadas de rohingyas procedentes de Myanmar, y los asentamientos se han esparcido por todas partes. Escuelas, madrasas y centros comunitarios se han transformado en improvisados albergues para los recién llegados. Algunos han construido refugios con plásticos y palos de bambú, pero otros no han tenido otra opción y duermen a la intemperie, en los caminos o terraplenes llenos de barro».

Así describe María Simón, coordinadora de Emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Bangladesh, la situación en los campos de refugiados rohingya. Simón asegura a Espacio 3 que «la llegada masiva de refugiados ha superado la ayuda disponible sobre el terreno, lo que podría ocasionar un rápido deterioro de las condiciones sanitarias de los refugiados y de la población local».

Los campos están muy congestionados y hay una urgente necesidad de comida y agua potable. Incluso antes de la última oleada de desplazados, los rohingyas en Bangladesh —decenas de miles llegaron al país en el 2012 y otros 80.000 lo han hecho desde octubre del 2016— vivían hacinados y con una gran falta de higiene y salubridad. «La nueva oleada de refugiados ha llevado la situación al límite poniendo en grave peligro la salud pública», explica la coordinadora de MSF, que advierte de que «si se produce un brote de alguna enfermedad, las consecuencias puedes ser catastróficas».

A esta situación crítica, se suma la necesidad de ayuda médica de los recién llegados. Según Simón, quienes llegan a estos campos lo hacen extremadamente traumatizados y con escasas pertenencias. «Muchos de ellos no han comido durante días y sufren diarrea y otras enfermedades relacionadas con las pésimas condiciones de saneamiento. Muchas mujeres solicitan tratamiento tras haber sido violadas, y algunas embarazadas presentan complicaciones obstétricas avanzadas», detalla.

Para Simón, resulta imprescindible una mayor ayuda humanitaria y una mejor coordinación sobre el terreno. Mientras que muchos rohingya están registrados por ACNUR como refugiados, la mayoría de ellos viven en un limbo legal por su condición de apátridas. «Es importante que los refugiados reciban al menos temporalmente algún tipo de registro para tener acceso a ayuda humanitaria, salud y educación», valora la miembro de MSF.