España se encuentra lejos de otros países de europeos como Suecia o Finlandia, que sí cuentan con una cultura que favorece el teletrabajo, haciendo que éste sea por objetivos y primando la confianza en el trabajador. No es solo una cuestión de responsabilidad social, sino de competitividad, ya que teletrabajar ahorra costes, reduce la rotación y el absentismo y potencia el talento, al posibilitar la inserción laboral de los sectores más inactivos como las personas con discapacidad.

Las empresas deben encontrar las herramientas para arrancar con el teletrabajo, adoptando medidas como la puesta en marcha de contratos piloto a los trabajadores que más los necesitan en los que se fijen al detalle las responsabilidades

de una y otra parte.

Los progenitores de menores con discapacidad deben encontrar el equilibrio entre el apoyo de sus hijos y la sobreprotección, evitando caer en esta última. Los expertos identifican la sobreprotección como una de las principales barreras a la plena inclusión de las personas con discapacidad.