Ante una solicitud de financiación, la respuesta de la entidad financiera va a depender de cuál sea el resultado del cálculo de la probabilidad de impago del préstamo. Este cálculo se basará fundamentalmente en las características del solicitante, del proyecto a financiar y de la situación económica.

En un contexto de auge de las nuevas tecnologías y de crecimiento de la desintermediación surgen en el mundo financiero nuevos actores y nuevas formas de hacer las cosas. Estos nuevos actores son los inversores socialmente responsables, que buscan obtener una rentabilidad social de sus inversiones. También emergen iniciativas con impacto social y/o medioambiental que pueden ofrecer esa rentabilidad social a los inversores socialmente responsables y además, al conjunto de la sociedad.

Las medidas de rentabilidad económica son bien conocidas y están bastante estandarizadas. Sin embargo, a las medidas de rentabilidad social les queda un largo camino por recorrer. En este sentido, las cosas no son tan sencillas para valorar las solicitudes de financiación. Estamos hablando de bancos éticos, cooperativas de servicios financieros o entidades de microfinanzas. Estas entidades necesitan contar con herramientas que les ayuden a la toma de decisiones ante las solicitudes de financiación que tienen un carácter social.

Una posible aproximación es incluir tanto los aspectos sociales como los financieros en la evaluación. Un scoring puesto en práctica por instituciones socialmente responsables debería incorporar no sólo su sensibilidad social como inversor sino también el impacto social del proyecto a financiar. No sólo eso, sino también incluir el análisis del comportamiento crediticio del solicitante de financiación y su salud financiera.

La parte más compleja del desarrollo de un scoring social es cuantificar el impacto social. Para valorar el impacto social de una inversión en el empleo, la educación, la igualdad de oportunidades, la salud, el medioambiente y la comunidad se puede calcular el Retorno Social de la Inversión (SROI). Esta medida es particularmente útil para el scoring social, ya que transforma los objetivos sociales en mediciones económicas. Por ejemplo, si un proyecto busca la creación de empleo para transeúntes, una medida podría ser el ahorro en el coste de atención al colectivo.

Un aspecto adicional y crucial en el diseño de un sistema de scoring para inversores socialmente responsables, es la incorporación del know-how (su saber hacer, su historia), así como la misión del inversor. El know-how puede, por ejemplo, reflejar la experiencia previa del inversor con el solicitante de financiación, aspecto importante a la hora de conceder o rechazar un préstamo. La misión se reflejaría en el sistema decisional, de modo que una entidad centrada en la inclusión financiera de colectivos desfavorecidos tendrá diferentes prioridades que una entidad que luche contra el cambio climático.

Un algoritmo matemático basado en el Proceso Analítico Jerárquico (AHP) refleja las preferencias del inversor socialmente responsable y las pondera con las calificaciones obtenidas por una solicitud de financiación. De este modo se obtiene un cuadro de mando integral que refleja las fortalezas y debilidades del proyecto, así como una calificación final que puede servir para conceder o denegar el préstamo.