-¿Para qué sirve la mediación?

-La mediación es un concepto tan antiguo como la humanidad. Siempre ha existido una figura imparcial que ayuda a dos partes en conflicto a lograr una solución pacífica y satisfactoria para ambas. Cuando las personas estamos en conflicto, todas las percepciones y las salidas más razonables tienden a estar perturbadas por los propios sentimientos desagradables o las emociones negativas que nos provoca estar mal con alguien, y nos resulta muy difícil salir de ahí. Cuando alguien se legitima para tener el papel de moderador, haciendo reflexionar, que las personas se escuchen y que no lleguen a salidas violentas, es una manera útil de resolver el conflicto, siempre los implicados quieran.

-No todos los barrios de Zaragoza cuentan con este servicio. ¿Por qué se creó en el barrio de San Pablo?

-En realidad, aunque estemos ubicados en San Pablo, damos servicio a toda el área comprendida en el Plan Integral del Casco Histórico (La Magdalena, parte del Arrabal y del barrio Jesús…). No se creó aquí porque se necesite más que en otras zonas, ya que la metodología de la mediación es válida para cualquier persona y para cualquier grupo humano de cualquier territorio. Pero lo que sí que tiene que haber es una decisión de los responsables municipales. En el año 2010, la concejalía que en ese momento articulaba el PICH, ostentada por José Manuel Alonso, decidió optar por ese método. Y consideró que Amediar era la organización adecuada para gestionarlo, ya que teníamos una experiencia de cinco años desarrollando el servicio de mediación intercultural en la Casa de las Culturas de ayuntamiento.

-¿Qué diferencia hay entre la mediación intercultural que hacían antes y la comunitaria que desarrollan hoy en día?

-La mediación comunitaria podría equipararse a la atención primaria en salud. Problemas de salud tenemos todos, y la atención primaria debe ser universal. Conflictos también tenemos todos, y la mediación es un método de carácter universal. El servicio de mediación intercultural se gestionó durante cinco años desde la Casa de las Culturas, el servicio municipal para inmigrantes. Se aplicaba a conflictos asociados a la llegada de personas migradas a la ciudad, generalmente con población autóctona, o en los que el factor de diferencia cultural era importante. Pero no en todos los conflictos entre vecinos es relevante esa diferencia cultural, y ahí es donde actúa la mediación comunitaria.

-¿A qué casos se dirige el servicio?

-Se dirige a cualquier vecino de los barrios que atendemos y para conflictos en los que normalmente ya se ha agotado la vía que debería ser la habitual: hablar entre las personas. Pero en muchas ocasiones ni siquiera se ha puesto en marcha, porque las personas pueden estar envueltas en cierto temor hacia la otra parte, o han intentado un acercamiento y no ha sido positiva la respuesta. Ese miedo hace imposible resolver el conflicto llamando tranquilamente a la puerta, como debería ser. Los motivos suelen ser los habituales entre vecinos, como no ponerse de acuerdo en el uso de los espacios comunes en la comunidad, o los problemas derivados de la falta de organización y reuniones en las comunidades, propietarios que cobran el alquiler pero no se ocupan de gestionar su propiedad, problemas de limpieza del espacio público… Hay muchos conflictos por ruidos, porque a veces nuestro concepto de ocio no casa bien con el derecho al descanso de los demás. Y cada vez nos llegan más problemas de convivencia entre familiares y entre equipos de trabajo.

-¿Por qué vías llegan los usuarios?

-Somos un servicio de proximidad y, como tal, nuestra puerta siempre está abierta en nuestro horario de trabajo. Cualquiera puede entrar y contarnos su problema, aunque a veces llaman antes por teléfono o conciertan una cita por correo electrónico. Aquí les explicamos que la mediación no beneficia a ninguna de las dos partes, sino que ayuda a ambas para que resuelvan sus diferencias. Esto hay que aclararlo mucho porque, cuando estamos en conflicto, sentimos que tenemos toda la razón, y esperan que le llamemos la atención al otro. Pero nosotros nunca nos dirigimos a la otra parte como si fuera la única responsable, sino que tratamos de que puedan hablar, por supuesto recordándoles la legalidad vigente. Si la relación está tan deteriorada que una de las partes no quiere hablar con la otra, aún así intentamos actuar, quizás no a través de la mediación, pero sí de una sensibilización, para que el mensaje le llegue al otro vecino. Pero la herramienta más poderosa es la mediación. Si la persona supera ese rechazo a hablar con el otro, da como fruto un resultado mucho más sólido.

-¿Qué pasos se dan después?

-Primero llega una persona y después nos reunimos con la otra parte. Cuando se dan las condiciones, promovemos una reunión conjunta entre las dos partes para tratar de salir del escenario de conflicto. Esta se produce en un marco de seguridad total, donde están prohibidas todas las amenazas. Si llegan a un acuerdo, se puede incluso firmar por escrito. Después nos pueden volver a llamar si alguna parte del acuerdo no se cumple. Y si nadie nos llama, nosotros contactamos para comprobar que todo se está desarrollando bien, y si no es así se vuelve a convocar otra reunión.

-¿Cuál es el momento más delicado?

-Cuando contactamos con la otra parte, la que no ha venido a solicitar la mediación. Ese momento es muy raro, ya que no está muy extendida la mediación, y muchos no saben quiénes somos ni qué hacemos. Nuestra toma de contacto puede incluso acrecentar el enfado, ya que el hecho de que la otra parte haya contactado con nosotros se lo toman como que el otro se ha chivado. Entonces les tenemos que explicar que la mediación es precisamente el camino opuesto a la denuncia. Es un vecino que le está declarando la paz al otro. Cuando nos llega una carta o un contacto del servicio de mediación nos está llegando una declaración de una persona que se quiere poner de acuerdo por las buenas, mediante el diálogo. Pero como este método no está muy extendido, mucha gente lo equipara a una denuncia. Sin embargo, cuando experimentan la mediación empiezan a recomendarla, y con el boca a boca se va extendiendo esa cultura de paz y diálogo. Pero no se trata de tragar lo que te echen. Es una forma de reclamar dignidad y respeto. Cuando esto se produce entre personas que estaban a punto de ir al juzgado, o de pegarse, es impresionante. La mediación no es para que la gente se lleve bien y se hagan amigos, es para promover una coexistencia pacífica.