La época que estamos viviendo pasará a la historia como una de los más miserables de Europa. El Mediterráneo, mar de encuentro de pueblos, se ha convertido en el mayor cementerio del planeta. Miles de personas mueren en sus aguas, otras tantas dejan su vida en el trayecto; en muchos casos en medio del desierto, en medio de la nada.

Más de 65 millones de personas se han visto forzadas a huir de sus hogares por la guerra y la violencia. Es más que la suma de la población de España y Portugal. De ellas, más de 10 millones se convirtieron en desplazadas forzosas solo en el 2016. Más de 1.700 personas han muerto o desaparecido en el Mediterráneo este año. Son el 70% del total de migrantes fallecidos en todo el mundo. La ruta del Mediterráneo central, de Libia a Italia, es la ruta migratoria más peligrosa del mundo.

Según el compromiso adquirido con la Unión Europea, España debe acoger antes de septiembre a 17.337 refugiados (15.888 procedentes de Grecia e Italia, y 1.449 de reasentamientos de Turquía y Líbano). Ni España (7,5%) ni Europa (20%) cumplen sus compromisos. En Aragón, desde noviembre del 2015, algo más de 400 personas han sido atendidas en el Programa de Acogida e Integración para Solicitantes y Beneficiarios de Protección Internacional.

Para que las personas que hay detrás de estas cifras no caigan en el olvido, la ONU declaró el 20 de junio como el Día Mundial del Refugiado. Y en ese día (ayer), más de 70 organizaciones y colectivos aragoneses nos unimos para pedir cinco medidas que creemos fundamentales:

Dar atención, acogida y apoyo a quienes huyen de la guerra o la persecución no es únicamente una cuestión de solidaridad, sino de justicia, y es un imperativo que nace de compromisos internacionales.

Garantizar vías de acceso legales, seguras y efectivas al territorio europeo es vital para las personas refugiadas. Será la única manera de detener la terrible masacre que se vive en el Mediterráneo, mar convertido en una vergonzante fosa común.

Multiplicar el apoyo a los países limítrofes a las zonas de conflicto, que asumen la mayor parte de la responsabilidad de la acogida, es fundamental. Sólo en Líbano se refugian más de un millón de sirios y sirias, un número tan alto como el total de personas que, desde todo tipo de países, llegaron por vía marítima a la UE en 2015.

Acabar con la necesidad de huir es la mejor forma de apoyar a las personas refugiadas. La resolución de conflictos, la defensa de los derechos humanos, sociales y civiles, la eliminación de la pobreza y la promoción de los procesos democráticos deben ser las grandes prioridades de las relaciones internacionales.

Garantizar una estructura sólida de apoyo a las personas refugiadas en los países de acogida es indispensable, agilizando procedimientos, desarrollando instrumentos jurídicos, con recursos adecuados, incidiendo en el acceso al empleo y apostando por la sensibilización.