A punto de finalizar el año, el balance no puede ser más desolador. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el 2017 se va a cerrar con más de 65 millones de personas desplazadas a la fuerza de sus hogares. Muchas son las causas que les han obligado a escapar: conflictos bélicos, violencia generalizada, catástrofes naturales, opiniones políticas y creencias religiosas… Y muchos los lugares de donde han escapado. Algunas salen en las noticias, pero otras son invisibles al resto del mundo.

Después de un año de recorrido por distintos espacios públicos y centros educativos, la Federación Aragonesa de Solidaridad (FAS) cierra la campaña Migrar #EsUnDerecho, desarrollada de la mano con la Plataforma Ciudadana contra el Racismo y el área de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Zaragoza.

Bajo el lema Las causas son muchas. El derecho, el mismo, la iniciativa busca «visibilizar a todas las personas que tienen que huir», destaca Oriol Gavín, cooperante y miembro de la FAS. Pero, en este cierre de campaña, las entidades organizadoras han querido hacer hincapié en quienes son perseguidos por su religión, su orientación sexual o identidad de género o aquellos que huyen de catástrofes naturales y crisis medioambientales. Estas son algunas de esas causas a menudo invisibilizadas para el gran público, pero suponen un alto porcentaje dentro de los flujos migratorios y de las personas que solicitan protección internacional en la Unión Europea (UE), incluida España.

Al drama vivido en origen por estas personas se suma la ausencia de vías seguras y legales para entrar en la UE, y una legislación de extranjería que cada vez es más estricta. Esta situación aboca a muchos migrantes y refugiados a hacer uso de las redes de tráfico de personas. Y, en los casos más dramáticos, a caer en manos de las mafias de trata de personas con fines de explotación sexual, laboral o tráfico de órganos.

La persecución religiosa agrede principalmente a cristianos, musulmanes, judíos, hindúes y budistas, al ser estas las religiones con mayor número de fieles a escala planetaria. Es una persecución cruzada con conflictos locales en algunos casos, como ocurrre con los católicos en Ucrania y Crimea. En otros, esta se da de forma latente y continuada en el tiempo, como pasa con de los budistas tibetanos.

Un sangrante ejemplo de cómo la persecución religiosa se solapa a menudo con los conflictos étnicos es el de los rohinyás. Su último éxodo comenzó en agosto del 2017, cuando estalló la violencia tras un ataque de un grupo minoritario armado perteneciente a esta minoría musulmana. Médicos sin Fronteras calcula que al menos 6.700, incluidos 730 niños menores de 5 años, han muerto a causa de la brutal respuesta del ejército de Birmania. Y la ONU estima que, desde entonces, más de 600.000 han huido a Bangladés.

Perseguidos por su sexualidad

Las personas lesbianas, gays, transexuales, transgénero bisexuales, queer e intersexuales (LGTBQI) son objeto de asesinatos, violencia sexual y de género, agresiones físicas, tortura, detenciones arbitrarias y acusaciones de conducta inmoral o desviada a lo largo del planeta. A menudo ven negados sus derechos de reunión, expresión e información y sufren discriminación en el acceso al empleo, la salud y la educación.

El Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, ZeidRa’ad Al Hussein, ha declarado que existe un «omnipresente abuso violento, acoso y discriminación» en todas las regiones del mundo hacia las personas LGBTI. Además «la violencia motivada por la homofobia y la transfobia es a menudo particularmente brutal, y en algunos casos se ha caracterizado por niveles de crueldad superior a la de otros crímenes de odio». Y todo esto ocurre ante la pasividad de los agentes estatales, cuando no son ellos mismos quienes cometen esas violaciones de los derechos humanos.

Un claro ejemplo es el de Rusia donde, aunque la homosexualidad no está penada, las agresiones son continuas. Además, la aprobación en el 2013 de la ley que prohíbe la propaganda homosexual, ha supuesto un punto de inflexión en el pisoteo de la libertad y los derechos del colectivo LGBTQI ruso. Bajo su paraguas se ha institucionalizado su discriminación y desprotección, y el Gobierno está dando cobertura al aumento de la violencia homófoba y de los crímenes de odio.

La tercera de las causas en las que la FAS y la Plataforma Ciudadana contra el Racismo han querido incidir en el cierre de la campaña Migrar #EsUnDerecho es la de los refugiados medioambientales. Son aqullas personas que se han visto obligadas a desplazarse debido a la pérdida radical de los medios de vida causada por la degradación ambiental. Esta puede venir motivada por desastres naturales, por la degradación progresiva de los recursos naturales básicos debida al cambio climático o por cambios permanentes en el hábitat provocados por grandes infraestructuras o a repercusiones contaminantes de actividades productivas.

Pese a que las Naciones Unidas reconocen que ya hay millones de personas desplazadas debido a los efectos del cambio climático, los refugiados climáticos no existen a efectos legales, con excepción de países como Suecia y Finlandia. Su reconocimiento es una de las grandes reivindicaciones de las oenegés.