Reiki para todos. Ese es el nombre de una asociación aragonesa que desarrolla un proyecto de acción social para acercar esta técnica oriental a diferentes colectivos que puedan necesitarla. La entidad nació en el año 2008 y desde entonces han llevado paz y bienestar a enfermos de sida o de párkinson, a hogares de la tercera edad, a personal sanitario para ayudarles en el manejo del estrés, a pacientes de hemodiálisis...

"Pero el proyecto del que nos sentimos más orgullosos es el que llevamos hasta la cárcel de Zuera desde hace seis años", señala Estela Millán, fundadora de la oenegé. "Aportamos a los internos unas herramientas" para facilitarles el tránsito hacia esa "segunda oportunidad que necesitan". Unas herramientas que, asegura, "les aportan calma" y les ayudan en "el manejo y la comprensión de las emociones en una situación tan fuerte como es estar en la cárcel".

Millán opina que, "Tal y como está el sistema penitenciario, no reinserta mucho. Lo que intentamos en nuestras clases semanales es que los chicos aprendan que las cosas se pueden hacer de una manera diferente", explica, ya que "algunos se machacan mucho pensando en cómo han hecho las cosas. En vez de esto, tratamos de que empiecen a pensar en cómo pueden hacerlas a partir de ahora".

Para ello, "tratamos de que se den cuenta de que merecen una vida mejor. Y es entonces cuando empiezan a cambiar ciertas pautas y a comprenderse un poco mejor a sí mismos. Ganan en autoconocimiento, en autoestima y aprenden a apartar los malos pensamientos", resume.

Estela acude cada semana al centro penitenciario junto a otra voluntaria, Camino Puyó. Esta piensa que "damos mucho pero recibimos todavía más de ellos. Llegamos a tener con ellos una complicidad muy grande. Y así se pasan las horas muy rápidas".

Una percepción de rapidez que se vuelve algo impagable dentro de la prisión, puesto que según explica Roberto Giménez, que acaba de salir en tercer grado, ahí dentro pasa muy despacio. "Si no tienes la cabeza ocupada, estás muerto. Empiezas a pensar en los problemas de fuera, en la familia...", apunta.

Giménez sostiene que "a pesar de las cosas que te vienen a la cabeza cuando estás en la cárcel, las sesiones ayudan mucho. Cuando estás nervioso te ayudan a controlarte, a saber respirar, a desconectar de todo lo malo, a centrarte en algo bueno...".

A su compañero Manuel (nombre supuesto) le han aportado "tranquilidad, serenidad y un relax mental que viene muy bien allí dentro, y también después a la salida. Estos cursos te ayudan a ver las cosas en positivo", afirma. "En la cárcel hay pocas actividades que te ayuden a llevar mejor tu estancia ahí dentro. Hay otros cursos, pero nada comparado con esto", añade.

Ambos alumnos han continuado con el reiki una vez fuera, ya que aseguran que les han ayudado a volver al mundo real.

Siempre son personas voluntarias quienes desarrollan las clases de Reiki para todos. Por ello, les resulta imprescindible el respaldo económico que reciben de la Obra Social la Caixa. "Tenemos mucho que agradecerles porque han apoyado el proyecto desde el primer momento. De hecho, fue la primera entidad que creyó en nosotros", relata, sonriendo, Estela Millán.