El 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el objetivo de lograr su acceso y su participación plena y equitativa. Aunque el número de mujeres con estudios universitarios ya supone más del 50%, la distribución por grados sigue siendo muy desigual. Carreras de ciencias como físicas, matemáticas o ingenierías siguen teniendo un porcentaje de mujeres muy bajo, acentuándose esta desigualdad tras los estudios.

La dificultad abstracta y conceptual que plantea una carrera científica se ha asociado tradicionalmente con un trabajo propio del hombre. En muchos casos, las niñas y adolescentes deciden su camino académico siguiendo estos roles y optan, inconscientemente, por lo que es más de mujeres y menos de hombres. Este error es muy común y es lo que se pretende suavizar con estas jornadas en las que desde el Instituto de Nanociencia de Aragón (INA), en colaboración con Esciencia y el Instituto de Ciencia de los Materiales de Aragón (ICMA), hemos organizado del 6 al 12 de febrero, con visitas a centros de Primaria y Secundaria, talleres y exposiciones de ciencias para toda la familia en la Casa de la Mujer de Zaragoza y un taller científico para niños en la Cafetería Librería Dídola. El objetivo es hacer llegar a las jóvenes generaciones la importancia de avance científico en nuestra sociedad, y el hecho de que les necesitamos a ellos, sean niños o niñas, como motores impulsores de este avance. Hay que conseguir erradicar el miedo en las niñas y adolescentes respecto a que una carrera de ciencias sea demasiado difícil para ellas; si les gusta y les motiva, podrán estudiarla sin problemas y, seguramente, de manera brillante.

En mi experiencia investigadora, siempre me he encontrado rodeada de grupos de investigación donde la participación femenina apenas rozaba el 10%. Ha sido en Zaragoza, y en el INA, donde por primera vez me he encontrado con un porcentaje de mujeres investigadoras que ronda el 50%, si bien muchas son estudiantes de doctorado, que en pocas ocasiones continúan su carrera investigadora.

Para que las mujeres puedan recorran ese arduo camino hacia el éxito investigador necesitan sentirse protegidas. La estabilidad en este trabajo es algo extremadamente difícil de conseguir, y la competitividad es extrema, de forma que hombres y mujeres compiten en los mismos términos. Además, la propia naturaleza del trabajo científico complica aún más la conciliación de la vida familiar y laboral. Estas dificultades son las que hay que erradicar para poder motivar a las mujeres. Hay todavía mucho que trabajar para que algún día podamos aprovechar todo el talento del que disponemos en este país, tanto femenino como masculino.