El campo de refugiados de Ritsona abrió en marzo del 2016 como una solución temporal para albergar a casi un millar de personas que quedaron atrapadas en esta zona de Grecia tras el cierre de algunas de las fronteras que tenían que atravesar para llegar a la Europa más rica.

Pero el reciente anuncio del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) de que se ha pasado a ser un asentamiento permanente no ha hecho sino reforzar las intenciones de la Asociación Amigos de Ritsona. «Vamos a enfocar nuestras acciones hacia actuaciones estables que doten a sus habitantes de una mínima calidad de vida, y no solo para mejorar las condiciones infrahumanas en las que viven», señala Ana Satidrián.

Entre estas actividades se contarán las actuaciones de formación y ocupación. «Muchas de las personas voluntarias independientes que hemos estado ahí hemos comentado que lo malo no son solo las condiciones pésimas de habitabilidad. El desgaste psicológico está siendo brutal por la incertidumbre en la que viven».

Y es que el proceso para que una persona logre el estatuto de refugiado es siempre arduo y tedioso. Pero en el caso de quienes han huido de la guerra en Siria, está resultando eterno. Tras el primer registro, que suele producirse a su llegada a suelo europeo -en muchos casos, a las islas griegas-, han de esperar a ser llamados para someterse a dos entrevistas. Algunos afortunados de Ritsona que ya han conseguido turno tienen su cita nada más y nada menos que el próximo mes de julio.

Otra de las actuaciones de las que se ocupan en Amigos de Ritsona es ayudar económicamente a la oenegé Joined Hands, que ha creado el Café Rits dentro del campo para complemetar el paupérrimo cátering que el Ejército griego proporciona a los refugiados. «No cubre las necesidades nutricionales, no es variado y no incluye fruta ni verdura fresca; es escaso y de mala calidad, e incluso se han dado casos de intoxicaciones alimentarias», explican desde la asociación.

El voluntario aragonés Paúl Castellano ha estado estas navidades repartiendo pollo, patatas, aceite o frutas y verduras que las familias han podido cocinar en los hornillos eléctricos y las teteras que Amigos de Ritsona les han comprado.

Además, la oenegé facilita a los niños el almuerzo escolar, y organiza actividades para socializar en el Café Rits, para hacer de ese campo de concentración un lugar más humano y habitable.