Tal como sospechaba el padre que ha destapado el escándalo de abusos sexuales en el colegio de Los Maristas Sants-Les Corts (Barcelona), el caso de su hijo no fue el único. Desde que el joven rompió un silencio que ha durado "30 años", los Mossos d’Esquadra han localizado a cuatro nuevas víctimas, cuyas declaraciones ya están en manos del juez instructor de la causa. Pero a este padre empeñado en ajustar cuentas con el presunto pederasta, un profesor de gimnasia, y con "el abandono" de la dirección del instituto, le constan ya ocho casos más, tres de ellos a raíz de la publicación en EL PERIÓDICO de la noticia. La cuenta que abrió para encontrar nuevas víctimas (abusosenmaristas@gmail.com) acumula este viernes un total de 13 correos a los que él da veracidad.

Pero hay más. Esta mañana ha contactado con este diario un hombre que se ha identificado como una nueva víctima y ha pedido el contacto de este padre para sumarse al proceso judicial que acaba de comenzar contra Joaquín Benítez, docente en los Maristas de Sants-Les Corts entre 1984 y 2011. Él estuvo en el colegio entre 1977 y 1986. Se fue con 15 años porque no pudo seguir con sus estudios. Se bloqueó, se volvió rebelde y ahora sospecha que pudo ser debido, en parte, al abuso que sufrió. Este es su relato.

EL SECRETO

"Leer la noticia ha abierto una cajita que tenía escondida en mi cabeza”, se sincera telefónicamente el hombre, de 45 años. “Lo que voy a contarte, no se lo he contado a nadie”, prosigue.

Su relato está plagado de detalles que coinciden con los de las otras víctimas que ya han declarado delante de los Mossos d’Esquadra. Está dispuesto “a declarar” y quiere apoyar al padre que ha tirado de la manta. A él y, especialmente, a su hijo, la víctima “que ha tenido más cojones que yo”.

EL ABUSO

Así describe esta nueva posible víctima de Benítez su experiencia: “Ocurrió durante una clase de natación extraescolar. Me dijo que tenía un problema en la espalda. Me llevó a su despacho y me tumbó en la camilla. Me hizo masajes en la espalda y en las piernas y fue llevando su explicación pseudomédica adonde quería. Me preguntó si me masturbaba y de qué color era mi semen. Lo justificó arguyendo que en función del color podría tratarse de una enfermedad relacionada con la supuesta desviación de mi columna. Terminó masturbándome. Cuando salí del despacho, no era capaz de asimilar qué acababa de pasar”.

EL SILENCIO

Entonces este hombre tenía 14 años. Ahora tiene 45. No quiso contárselo a nadie. Se lo guardó en esa “cajita” y tiró la llave hasta este viernes. “¿Por qué no se lo dije a nadie? Por miedo... y por vergüenza”. Además, “eran otros tiempos”. En 1985 aquel centro estaba “lleno de curas” y no tenía “claro” cómo se habría encajado su denuncia en la escuela. “También me daba mucha vergüenza decírselo a mis padres”.

Asegura que declarará y pide la implicación "de las autoridades" para que se persiga un "problema muy grave". Antes de colgar, subraya que conoce al menos "a otra víctima" del profesor de gimnasia, un compañero de su clase, y también sospecha que aparecerán más casos. "Habéis abierto la caja de Pandora", zanja.