La comparecencia de José María Aznar ayer en el Congreso se convirtió en noticia más por las formas que por el fondo. Si la memoria es selectiva con los recuerdos, en este caso para muchos la actitud del expresidente confirmó la imagen guardada por algunos, la de una persona desafiante y muy segura de sí misma. El exjefe del Ejecutivo acudió a la comisión que investiga la presunta financiación ilegal del PP con ganas de hacer frente a las acusaciones de los portavoces. Sobre todo a las de Pablo Iglesias, al que le habló de sus hijos prematuros para no responder una pregunta sobre la boda de su hija, Ana Aznar, con Alejandro Agag. El convite ha sido investigado por la sospecha de que parte de los gastos fueran sufragados por la Gürtel.

Aznar no aportó nada nuevo: no sabe nada de ninguna caja b del PP, no vio sobres con dinero negro y, por no conocer, dijo que no conocía ni a Francisco Correa, el empresario y cabecilla de la red corrupta que incluso acudió al enlace de su primogénita del expresidente.

«No existe una caja b del PP, no existe una organización del PP para cometer actos delictivos», afirmó ante las preguntas de Rafael Simancas (PSOE). Pese a que la sentencia de la primera época de la Gürtel declaró probado que el partido ha tenido una «estructura financiera y contable paralela a la oficial» al menos desde 1989 (la misma sentencia que propició la moción de censura que tumbó a Mariano Rajoy), Aznar descartó saber nada de esa caja b.

En todo caso, y ante ulteriores fallos judiciales, el que fuera presidente del Gobierno (1996-2004) hizo tres matizaciones. Primero, se parapetó tras el argumento que usó Rajoy en la Audiencia Nacional: Aznar aseguró que se encargaba de «la política» y no de la «gestión económica» del PP. Segundo, no descartó que algunas personas del partido «se hayan situado fuera de la ley». Y, tercero, afirmó que nunca ha recibido ni ordenado ningún ingreso ilegal aunque admitió que pudo «haber ayudado» a personas que «sufrían los embates del terrorismo».

Aznar se mostró burlón desde los primeros minutos, cuando Simancas le propuso pedir perdón por la corrupción. «No tengo que pedir perdón por nada», le respondió antes de recordarle los ERE en Andalucía. En ese punto bromeó sobre las rectificaciones de Pedro Sánchez. «No venden bombas a Arabia Saudí. Venden proyectiles de alta precisión», declaró. Simancas le replicó que le parecía inaceptable que un presidente que llevó al país a la guerra de Irak hablara así de bombas. Aznar respondió que España no tiró «bombas» porque «no participó» en el conflicto.

Gabriel Rufián (ERC) fue con una camiseta de José Couso, el cámara de T-5 asesinado por el Ejército de EEUU. «¿Tiene algo que decir a los padres de José Couso?». El exlíder del PP no movió un músculo. No respondió. Fue uno de los pocos momentos en los que se mostró incómodo.

«No participó ni un soldado [en el conflicto] y usted apoya un Gobierno que vende mecanismos de alta precisión, supongo que les conviene para seguir intentando romper el orden constitucional», se defendió con contundencia Aznar.

El exjefe del Ejecutivo intentó sacudirse cualquier pregunta de Rufián con la acusación de que es un «golpista». «Golpista es su partido», le espetó el catalán, que fue reprendido por el presidente