Era difícil pronosticar hace unos meses que los lazos amarillos iban a convertirse en el principal foco de tensión entre partidarios de la independencia y sus contrarios. Pero el asunto hace tiempo que ha dejado de ser anecdótico, porque los bandos enfrentados han visto en esos símbolos un campo de batalla para dirimir a quién pertenece el espacio público en Cataluña. O quién tiene una mayor presencia en él, por si alguien quisiera medir la hegemonía política con ese baremo.

Los lazos ya han provocado enfrentamientos verbales, identificaciones de los Mossos de quienes los retiran, peleas y detenidos. Ayer se sucedieron de nuevo las noticias en torno a esos símbolos que reclaman la libertad de los presos que impulsaron el referéndum del 1-O y que se han convertido en un distintivo institucional del independentismo.

Tras la agresión a una mujer en el parque Ciutadella, el sábado, la lucha entre partidarios y detractores de lazos amarillos depararon ayer varias escenas llamativas. Empezando por la incursión nocturna de unas 80 personas en municipios de Barcelona y Gerona para «limpiar poblaciones con alto índice de plástico amarillo», en sus propias palabras.

MONOS BLANCOS / Iban vestidos con monos blancos y encapuchados. En la Bisbal d’Empordà, los Mossos levantaron acta por infracción de la ley de seguridad ciudadana, conocida como ley mordaza, por haber realizado una concentración no comunicada. Los agentes identificaron a una persona como responsable del acto en el que se retiraron lazos amarillos.

La policía catalana se ha situado de nuevo, contra la voluntad de muchos de sus miembros, en el centro de la polémica política. La Fiscalía Superior de Cataluña ya ha abierto una investigación por esas identificaciones de quienes retiran lazos, y ayer un sindicato de los Mossos, la Unió Sindical de la Policia Autonòmica de Catalunya (USPAC), envió una carta al consejero de Interior, Miquel Buch, en la que le pide que «deje, de una vez por todas, de hacer política con los funcionarios» de ese cuerpo.

«Preocúpese de nuestras condiciones de trabajo, ya que no ha movido ni un dedo desde que está en el cargo», le dicen a Buch en la dura misiva. Y añaden los agentes: «A usted y al Govern presidido por el señor Joaquim Torra no les importamos lo más mínimo, excepto cuando se trata de utilizarnos de forma partidista, como hicieron el 1-O o están haciendo ahora, poniéndonos en medio de un debate político del que volvemos a salir salpicados y, como investigados los de siempre, los agentes de a pie, que únicamente seguimos instrucciones de nuestros mandos».

Es significativo que la agredida el sábado no fuera a los Mossos a denunciar los hechos, sino a la Policía Nacional. Y fue ese cuerpo quien detuvo en unas horas al acusado. El juez de guardia de Barcelona dejó ayer en libertad con cargos al hombre, que se negó a declarar, y le impuso una orden de alejamiento de 500 metros de la víctima.

Ciudadanos ha sido el partido que más ha criticado la presión de la Generalitat sobre los Mossos, y ayer sus dirigentes estuvieron todo el día reivindicando la conveniencia de quitar los lazos amarillos colocados en el espacio público. La mujer agredida el sábado mientras retiraba simbología independentista en el parque de la Ciutadella es esposa de un militante de la formación, e Inés Arrimadas había convocado una protesta por la tarde en el lugar de los hechos.

Pero antes, por la mañana, la líder de Cs en Cataluña y el presidente del partido, Albert Rivera, estuvieron retirando lazos con sus propias manos en Alella (Barcelona) . Ambos dejaron claro que la intención política del acto iba en dos direcciones: buscaban atacar al independentismo por «ocupar el espacio público», pero también al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por su «pasividad» frente al soberanismo.

La tensión se disparó en el acto de la tarde. La manifestación de repulsa contra la agresión del sábado, convocada por el partido, reunió a varios centenares de personas y terminó, paradójicamente, con otra agresión. Un asistente propinó varios puñetazos a un cámara de Telemadrid, al que confundieron con un trabajador de TV-3. Cs condenó la acción y la atribuyó a un infiltrado.

Si Cs -y el PP, que también participó en la concentración del parque de la Ciutadella- quisieron subrayar el conflicto, otros actores políticos mostraron su preocupación por la tensión creciente. Es lo que llevan haciendo unos días el Gobierno y el PSC, que ayer hablaron de la necesidad de «templar los ánimos».

Y también fue lo que verbalizó Carles Puigdemont. Recogiendo el sentir de un espectro cada vez más amplio del independentismo, que cree que la iniciativa de llenar el espacio público con simbología propia se le está volviendo en contra ante la oposición activa que están mostrando los contrarios a la separación de Cataluña, el expresident divulgó un vídeo desde Bélgica en el que llamaba a «no escalar un conflicto sobre los lazos amarillos». Eso sí: atribuyó los choques a quienes «han diseñado y alentado una escalada de confrontación», en clara referencia a Cs y PP.