Fin de la complicidad. Ciudadanos retira la ayuda mágica que ha proporcionado al PP desde que se inició la legislatura y que ha permitido a ambas fuerzas mantener en el congelador del Congreso iniciativas de la izquierda con alta carga simbólica en contra del legado de la mayoría absoluta de Mariano Rajoy. Albert Rivera se niega a continuar siendo un dique de contención contra la fuerza progresista de la Cámara baja.

La reforma de la 'ley mordaza' o del Estatuto de autonomía valenciano salieron del bloqueo este martes, después de que el líder de Cs, arremangado en la pugna por el voto de centro y liberal con el PP, haya decidido no prestar más fuego de cobertura al partido en el Gobierno.

Ciudadanos se negó a avalar más prórrogas al plazo de enmiendas. Las ampliaciones encadenadas de ese periodo son el recurso reglamentario que PP y Cs han venido empleando para paralizar las políticas progresistas. Como suman mayoría en la Mesa de la Cámara lograban, semana tras semana, eternizar un trámite que puede superarse en apenas 15 días. El filibusterismo parlamentario ha logrado congelar una quincena de leyes, admitidas por el pleno pero frenadas en un plazo de enmiendas eterno. La reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana lleva desde marzo del año pasado en el Congreso y el cambio en el Estatuto valenciano dormía en el limbo desde el 2011.

Rivera ha decidido cambiar el rumbo en un momento delicado para no perder fuelle en el fuego cruzado, a lado y lado del arco parlamentario.

Los dos frentes

Por una parte, la oposición había intensificado sus críticas. PSOE y Podemos han repetido en las últimas semanas como una gota malaya que Cs es "la muleta" del Gobierno, que critica a Rajoy de noche y lo apoya de día.

Desde el otro flanco, Rivera ha recibido el fuego del PP. Desde que los naranjas fueron el partido más votado en las elecciones catalanas del 21-D, los populares iniciaron una campaña en contra de los que venían siendo sus aliados naturales. En las filas conservadoras no ocultan el temor a que los resultados catalanes se consoliden en el panorama estatal y Cs acabe por convertirse en el partido heredero del voto de centroderecha. Desde ese peligro, el PP ha espoleado las dudas sobre una presunta financiación irregular de Cs.

Situación espinosa

La decisión del líder naranja deja al presidente del Gobierno en una situación espinosa, dentro y fuera del Parlamento. Rajoy pierde el apoyo que necesita en el Congreso para sacar adelante sus políticas y frenar las de la oposición (la reforma de la ley de mejora de la calidad educativa -Lomce-, la ley de enjuiciamiento criminal, la subida del salario mínimo o la recuperación de la justicia universal están admitidas a trámite pero duermen el sueño de los justos).

Y en la calle, se enfrenta a la primera gran oleada de protestas ciudadanas desde que fue investido por segunda vez, con los pensionistas en pie de guerra. Es un colectivo amplio que los cuatro grandes partidos quieren como electorado. La mayoría votó las últimas elecciones legislativas a Rajoy, pero PSOE, Podemos y Cs han salido a disputar ese nicho -que es especialmente aplicado y se abstiene poco- sobre todo ante el descorazonador horizonte de una juventud desmovilizada.