Dando la razón a aquellos que se quejan de que la política catalana (también la española) se halla en un eterno ‘ritornello’, Junts pel Sí y la CUP, tras el primer episodio de flagrante desobediencia protagonizado esta semana, vuelven a hallarse solos cara a cara. Si a la declaración de soberanía del 9 de noviembre le siguió la negociación tormentosa de la investidura y a la moción sobre esa misma resolución, presentada en abril por la CUP tras la inacción -dijeron- de los meses transcurridos, precedió al debate traumático de los presupuestos, se llega ahora a una tercera situación. La más decisiva: tras aprobar las conclusiones del proceso constituyente toca, ya, abordar la cuestión de confianza a Carles Puigdemont.Para avalarla, los ‘cupaires’ exigieron este sábado al ‘president’ que fije una “fecha y un instrumento” unilateral para “resolver definitivamente el derecho de autodeterminación”.

“La fecha tendría que ser en el primer semestre del 2017 y el instrumento el referéndum”, señaló a Europa Press el diputado de la CUP Benet Salellas. Si el Govern da ese paso, continuó el parlamentario, “el resto irá rodado”. Tras esa primera consulta, Salellas propone la apertura de un proceso constituyente, a través de una asamblea, cuyos resultados serían sometidos a otro referéndum. “Son dos referéndums: uno por la independencia y otro constitucional”, explicó. Los ‘cupaires’ esperan reunirse en los próximos días con Puigdemont, quien insiste en que los presupuestos formen parte del aval a la anunciada cuestión de confianza, algo a lo que se oponen los anticapitalistas.

SIN MARGEN DE ERROR

La cita tendrá lugar después de que el Parlament aprobase la resolución de desafío al Tribunal Constitucional (TC), por la que el Ejecutivo central ha abierto la vía penal contra Carme Forcadell. Vistos los precedentes, el pacto de esta semana entre Junts pel Sí y la CUP no garantiza nada, pero puede ser un síntoma de recomposición de relaciones.

En esta ocasión, a diferencia de los precedentes, no hay margen de error para las fuerzas independentistas. No cerrar un pacto significaría, según apuntó el ‘president’, la convocatoria de elecciones. No alcanzar un acuerdo echaría el cierre a una legislatura que se pensó especial y en la que presuntamente debía ponerse los cimientos de la eventual república catalana. Las tres partes, PDC-ERC-CUP, son plenamente conscientes de ello.

Los anticapitalistas intentaron, hace semanas, empezar el diálogo con el ‘president’, Curiosamente han sido ellos los que de manera insistente han querido abrir el baile. Pero primero el congreso refundacional de CDC/PDC y, después, el ruido mediático asociado a la desobediencia del TC han impedido que se vieran. El ‘president’ parece amigo de abordar los problemas uno a uno.

Tras el cónclave del neonato partido, Puigdemont mandó un mensaje a la CUP y les prometió verse “en breve”, lo que al final ha derivado en reunirse antes del inicio de sus vacaciones, el 6 de agosto. Entretanto, la CUP no ha perdido el tiempo. Ha realizado su documento de análisis y propuestas y la ha debatido territorialmente en las asambleas locales.

CAMBIOS DE LAS CÚPULAS

Varias cosas han cambiado desde que, a principios de junio, el debate presupuestario acabara con el consabido lanzamiento de platos a la cabeza del adversario. Por parte de los anticapitalistas, a raíz de la división interna nacida con el debate de la investidura, se ha procedido a renovar la dirección del partido, para acabar con la política de bloques entre los ‘halcones’ (Endavant Osan) y las ‘palomas’ (Poble Lliure). El hartazgo de los miembros de la ejecutiva que estaban en la órbita de Poble Lliure con el hecho de que las tesis de Endavant, los más duros con CDC, acostumbraran a salir triunfantes (y por el camino se resintiera el ‘procés’) se demostró con su dimisión en bloque.

CDC ha cambiado de nombre y, sobre todo, de dirección y de ‘hombres fuertes’. Se mantiene Artur Mas al frente, sí, pero con una posición, al menos, más representativa de lo que era hasta ahora. Como muestra un botón. Cuando salió a la palestra la idea del referéndum unilateral, el ‘expresident’ y sus más cercanos, como Francesc Homs, descalificaron la idea. Ahora es plenamente aceptado por el partido. Y en el Govern, Puigdemont, que cuenta con antenas muy potentes en la nueva ejecutiva del PDC, ya lo veía con buenos ojos desde el inicio. Otros grandes nombres de CDC, habitualmente críticos con la CUP, han cedido el primer plano a nuevos líderes. Habrá que ver si el ambiente que crean los nuevos de la CUP y los del PDC da sus frutos.

El referéndum unilateral, el RUI, podría ser el punto de encuentro de Puigdemont y la CUP en lo que estrictamente se refiere la cuestión de confianza. Pero el ‘president’, si bien no de una manera tan tajante como hace dos meses, también exige un compromiso con los presupuestos del 2017. Los anticapitalistas, en principio, no quieren ni oír de relacionar ambas cuestiones. Entre otras cosas porque hallar un acuerdo en las cuentas de la Generalitat va a ser, como mínimo, árido.