Tras acotar la logística del 1-O, los ojos del Estado se posaron el viernes en las entidades soberanistas. La consideración de «tumulto» a las manifestaciones organizadas por ANC y Òmnium, acaso para justificar un delito de sedición, puso en guardia a las organizaciones. Y ayer respondieron con todo un desafío: el reparto, en Barcelona, de un millón de papeletas de voto del referéndum. A seis días del 1-O, las entidades soberanistas atizaron para que no afloje la movilización permanente. Bajo el lema Marató per la Democràcia, Òmnium conjuró a los soberanistas frente a los ayuntamientos para colgar carteles y pancartas a favor del referéndum.

En Barcelona, la celebración de la Mercé impidió reunir a los soberanistas en la Plaza San Jaume, y el punto neurálgico se trasladó a la Plaza Universidad, un lugar representativo de este apogeo en las calles después de que un grupo de estudiantes ocupase el viernes el Rectorado de la Universidadad de Barcelona.

A gritos de «no estáis solos» y «votarem», la presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell, el presidente de la ANC, Jordi Sánchez, y el de Òmnium, Jordi Cuixart, aparecieron entre los suyos para llamar a la participación el 1 de octubre y para pedir «obediencia» ante «las provocaciones del Estado». «Os pido que nos hagáis caso, que seáis obedientes, pase lo que pase estos días a las personas de las entidades o a los miembros del Govern, que nadie se equivoque con la respuesta que hay que dar», aseveró Sànchez ante centenares de incondicionales. En la misma dirección se expresó Forcadell, quien bautizó «operación tumulto» las intervenciones del Estado para frenar la consulta. «Quieren hacer ver que en Cataluña hay violencia y no la hay, no la ha habido, ni la habrá. Somos un pueblo pacífico y tenemos que conjurarnos todos para que así sea», reiteró.

A su vez, Sánchez culpó al Gobierno de estar «destruyendo el Estado democrático y de derecho, la legalidad del 78 y el Estado de las Autonomías» y de «actuar por la puerta de atrás». «Lo que están haciendo es un auténtico golpe de Estado», espetó, y dijo: «Están muy nerviosos porque llevan miles de horas invertidas en buscar el tesoro democrático más bien guardado en este país: las urnas. Y no las encuentran porque cuando un pueblo quiere preservar el tesoro de la democracia no hay Guardia Civil ni fiscal ni juez que pueda descubrir dónde están».

EL FRANQUISMO

Forcadell aseguró que el Gobierno «está actuando exactamente igual que la dictadura franquista» y ha señalado que «el tribunal de responsabilidades políticas y el tribunal contra la masonería y el comunismo también habría procedimientos penales y ponía multas». Y remachó: «Quieren acusarnos de sedición porque conlleva penas de prisión. Pero si piensan que encerrándonos a nosotros acabarán con nuestras ideas, que sepan que la democracia y la libertad no tiene ni paredes ni fronteras». «No pudo el franquismo, no podrán ellos ahora», insistió Cuixart.

El control del cuerpo de Mossos también irrumpió en sus discursos. «Han entrado en un estado de nerviosismo que les lleva a cruzar todas las líneas rojas», mantuvo Sánchez, y defendió la gestión de los atentados por parte de la policía catalana para evidenciar que «no hay que cambiarlo» porque «no se está dando ninguna anomalía».

Todos remarcaron que el conflicto catalán «no es un enfrentamiento entre pueblos» y aseguraron que «están juntos todos los demócratas de los pueblos de España luchando por las libertades civiles y los derechos democráticos», en alusión a la asamblea de Unidos Podemos en Zaragoza.

El presidente de la ANC animó a «arrancar de su casa la gente que aún duda si ir a votar o no», y a dirigirse a las urnas con los indecisos. «Gastad toda la tinta de vuestras impresoras, llenad todas las paredes de este país de carteles que llamen a defender la democracia, y la gente del sí que somos muchos a trabajar y a ganar legítimamente la libertad en las urnas», concluyó mientras la plaza se llenaba de propaganda. La escenificación terminó con el anuncio del reparto de papeletas en puntos de Cataluña.