Incluso sus críticos más feroces dentro del PSOE reconocen el cambio. Pedro Sánchez, tantas veces criticado por su presunta falta de diálogo, su impulsividad, su personalismo y sus giros inesperados, está ofreciendo su mejor versión desde que presentó la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy de la Moncloa. Después del constante goteo de nombres de los últimos días, Sánchez cerró ayer la composición del Ejecutivo, se lo comunicó al Rey y reflexionó sobre lo que este representaba. Su Gabinete, donde por vez primera habrá más mujeres que hombres (11 de 18, contando al propio líder socialista), aspira a dar un impulso «modernizador» a España y ser «fiel reflejo de lo mejor de su sociedad».

Una de las tesis más repetidas por Sánchez sobre Rajoy es que había perdido «contacto» con la ciudadanía, que se había situado de espaldas a los cambios sociales, como si este país fuera el mismo de hace 20 años. Con sus nombramientos, el presidente del Gobierno intenta reconectar con ese pulso, a través de su inequívoca apuesta por la igualdad e incluyendo a prestigiosos independientes. El equipo de Sánchez también combate otra idea, instalada en el PSOE desde hace años: que el partido carece de banquillo.

Buena parte de los nombres del Ejecutivo se habían ido filtrando, pero hubo sorpresas hasta el último momento. Poco antes de que Sánchez compareciera en la Moncloa, a las siete de la tarde, se supo que el juez Fernando Grande-Marlaska será ministro del Interior. Con este nombramiento, unido al de Margarita Robles como titular de Defensa (suya será la gestión del Centro Nacional de Inteligencia), solo quedaba por despejar quién llevaría la cartera de Cultura, desaparecida en los mandatos de Rajoy. Lo anunció el propio Sánchez. Será el periodista Màxim Huerta.

«Este es un Gobierno abierto, propuesto por el PSOE pero que aspira a representar a la mayoría de la ciudadanía», dijo el presidente. Uno de las pruebas de esa transversalidad se encuentra en Grande-Marlaska. Miembro del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) a propuesta del PP, el magistrado representa al espectro ideológico de centro, también integrada por la ministra de Economía, Nadia Calviño, cuya entrada en el Gobierno ha sido celebrada por la UE y la banca. Sánchez, que ha alcanzado el poder con los votos de los independentistas catalanes y de Bildu, rebate así la impresión de que la suya será una gestión con tendencias antisistema. Pero en el Ejecutivo socialista también hay dirigentes situados mucho más a la izquierda, como la ministra de Justicia, Dolores Delgado.

Múltiples interrogantes / Resulta arriesgado aventurar cuánto durará este Gobierno. El entorno del presidente habla de al menos un año. Puede que más. En cualquier caso, solo tiene asegurado el apoyo de los 84 escaños del PSOE, porque el resto de partidos que han aupado a Sánchez a la Moncloa, de ERC al PNV, pasando por Podemos y el PDECat, no se lo van a poner fácil. Y enfrente tendrá una oposición durísima del PP y Ciudadanos. Sobre todo de los conservadores, que insisten en que ha llegado al poder un «judas» dispuesto a «vender España» a los independentistas catalanes y los «herederos del terrorismo». Ayer, el portavoz parlamentario del PP, Rafael Hernando, dijo que Sánchez carecía de «legitimidad democrática».

Con tantos interrogantes, tiene más relevancia que el presidente haya atraído a reconocidos profesionales en parcelas ajenas a la política. Por ejemplo, además de Grande-Marlaska y Calviño, Pedro Duque, ingeniero aeronáutico y astronauta, que llevará la cartera de Ciencia, Innovación y Universidades, también recuperada por el líder socialista. Este no parece un Gobierno diseñado para convocar elecciones a corto plazo.

EXPERIENCIA DE PARTIDO / Junto a los independientes, el presidente se rodea también de dirigentes con amplia experiencia de partido: la vicepresidenta y titular de Igualdad, Carmen Calvo; la de Trabajo, Magdalena Valerio; el de Fomento, José Luis Ábalos; la de Política Territorial, Meritxell Batet, y la de Sanidad, Carmen Montón. El equipo se completa con ministros de dilatada trayectoria, como Josep Borrell en Exteriores; Luis Planas en Agricultura, e Isabel Celaá en Educación, que también ejercerá de portavoz del Gobierno.

Sánchez ha tenido hasta el momento muchos problemas con la gestión de sus equipos (la mitad de su primera ejecutiva dimitió para forzar su salida del PSOE), pero al mismo tiempo ha demostrado que tiene una enorme capacidad para renovarse. ««Este Gobierno quiere ser fiel reflejo de lo mejor de la sociedad, con el objetivo de servir a su modernización, impulsar su crecimiento, reconstruir la cohesión social y territorial dañada y regenerar la vida pública»», concluyó el presidente.