La guerra -a veces nada sorda- contra el narco que Guardia Civil y Policía tratan de no perder en el sur; la alerta 4 antiterrorista; el potencial desestabilizador del conflicto catalán; el previsible acercamiento de algunos presos etarras; el acuerdo, aún sin cumplir, de equiparación salarial de guardias y policías; la reorganización de un despliegue de la Guardia Civil ya obsoleto…

Temas de calibre, casi todos de Estado, esperan en la mesa de su despacho al desde este jueves nuevo ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.

El ya titular del departamento ha cuidado de no referirse a ninguno de ellos durante su primera intervención pública como ministro, en su toma de posesión. Grande-Marlaska prefiere no adelantar temas hasta que aborde primero los "cambios necesarios y precisos" en el ministerio, que expondrá en una próxima comparecencia ante la comisión de Interior del Congreso.

Sí ha hecho alusión el exjuez a la necesidad de "conexión con Europa", y ha definido su actuación como marcada por el objetivo de "generar lo que la Constitución exige, un Estado de Derecho".

El nuevo ministro ha recibido la cartera de manos de Juan Ignacio Zoido, que le ha deseado "mucha suerte. Porque tu suerte es la de España, es la de los españoles, y es la de la libertad, que tenemos que seguir defendiendo".

Arropado

A la toma de posesión de Grande-Marlaska ha asistido la cúpula de la Policía y la Guardia Civil, Tráfico y Protección Civil, e invitados de la Audiencia Nacional, donde el nuevo ministro ejerció de juez de instrucción. Entre esa representación, los togados Pablo Ruz y Alfonso Guevara. También ha asistido el exministro Alfredo Pérez Rubalcaba.

En un breve discurso, Grande-Marlaska ha recordado que "este es un ministerio de Estado" y ha asegurado que para él es "un lujo" coordinar a las Fuerzas de Seguridad. También ha tenido un recuerdo para su marido, familia y amigos.

Ya sin focos, pero entre periodista, el jurista bilbaíno ha admitido que hace un mes no se hubiera imaginado que le llegaría la oferta para dirigir un ministerio que califica “de Estado”