El escándalo del chalet de 660.000 euros comprado por Pablo Iglesias e Irene Montero en la sierra de Madrid (Galapagar) ha desatado un hondo malestar en Podemos. Conviven el desencanto, el enfado, la incomprensión, el nerviosismo y, en realidad, el puro miedo por las consecuencias políticas que pueda acarrear. Los expertos electorales vaticinan que el chalet «es un error mortal» que podría convertirse en el jaque mate de las carreras políticas de Iglesias y Montero, y estiman un coste electoral de entre 600.000 y 800.000 votos. De momento, el ingenio de las mofas incendia las redes sociales y se cuela, incluso, en la Moncloa.

Diputados podemistas admiten a este diario su malestar y opinan que la imagen del chalet no va poder borrarse del imaginario colectivo y va a ser una huella indeleble en la valoración del líder morado y la portavoz parlamentaria. No comprenden la decisión, solo logran acercarse a ella desde la «desconexión» con la realidad que atribuyen al líder y su círculo más íntimo. Les duele que no hayan sopesado previamente el daño que esto puede ocasionar a la imagen del partido. Indican que la situación es especialmente «desesperante» para ellos porque invisibiliza todo el trabajo parlamentario. La población, sostienen, solo va a recordar el chalet, una vivienda que impugna todo el discurso podemista.

ASPIRACIONES BURGUESAS

Iglesias, recuerdan, defendía que querría seguir viviendo en el barrio de Vallecas aunque alcanzase la presidencia del Gobierno. Despreciaba las «aspiraciones burguesas». Sostenía que debe llevar el mismo modo de vida que sus electores. Apelaba a la gente para que sintiese «orgullo de barrio», decía a los obreros que no tenían por qué llevar a sus hijos a que les pusiesen ortodoncia, criticaba a los que se aíslan a las afueras de Madrid.

Ahora, el relato de arriba y abajo se desmonta por la incoherencia, máxime cuando Montero proviene de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Son muchos los que critican la decisión en conversaciones privadas, pero el miedo a las represalias internas provoca que haya escasas voces que lo sostengan en público. El único que salió a recordar a Iglesias y Montero el código ético de Podemos «no es una formalidad» sino «el compromiso de vivir como la gente corriente para poder representarla en las instituciones y supone renunciar a privilegios» fue el alcalde de Cádiz, José María González, Kichi. «Ni lo he pensado ni quiero dejar de vivir y criar a mis hijos en un piso de currante», sentenció.

Los asesores políticos están convencidos de que la compra de un chalé de esas características se trata de un error descomunal y que las consecuencias serán graves. «Es una equivocación espectacular. No por la compra, sino por la incoherencia. Les inhabilita para hacer apelaciones de moral personal. Cuando has ido de vallecano, currante y cooperativista y ahora te compras ese chalé trasmite que no cumples con lo que predicas, te convierte en tramposo, en un mentiroso. Y les convierte simbólicamente en la casta», sostiene el presidente de Asesores en Comunicación Pública, Luis Arroyo.

La incoherencia entre el discurso y la actuación es el mayor error, a juicio de los expertos. Pasar del relato antiestablishment de justiciero a comprar una vivienda de lujo puede ser legítimo pero es contradictorio y no se va a olvidar, sostienen. El vicepresidente de Asuntos Públicos de Llorente y Cuenca, Joan Navarro, calcula que el escándalo implicará la pérdida de entre 600.000 y 800.000 votantes «dolidos y defraudados», que pasarán mayoritariamente a la abstención. «Esto no se va a olvidar, es demoledor. Reivindico que los políticos tienen derecho a tener intimidad para su vida privada y no les vamos a pedir que sean unos santos, pero sí que sean coherentes», sostiene Navarro.

La asesora de comunicación política Inma Aguilar considera que la gravedad estriba en que la compra de una casa de lujo desdice todo un discurso. «Cuando el comportamiento se desalinea tanto creo que es lo peor en la política, lo más difícil de digerir y es difícil borrar esa imagen. Es complicado que se les perdone porque a los votantes no les ha gustado esa falta de ejemplaridad tan enorme, pero eso depende de los estados de ánimo», opina.

La Moncloa ha tomado nota. Nadie duda de que el chalet será munición en el Congreso y de momento, el Ejecutivo, juega con ironía su carta. «El Gobierno está muy satisfecho de ver como sus políticas económicas se trasladan a toda la población y permiten a nuevas parejas crear un hogar. Es una práctica edificante», afirmó el portavoz gubernamental, Íñigo Méndez de Vigo, que llevaba la respuesta bien preparada y el dardo afinado: cómo una pareja joven, que dice parecerse al país en el que vive, dispone de ingresos para asumir una hipoteca de 540.000 euros.

El chalet reabre en Podemos la polémica sobre sus sueldos y la austeridad que les impide, por ejemplo, viajar en business o que los cargos públicos no puedan cobrar más de 3 veces el salario mínimo interprofesional (SMI).