Hay amplio consenso en que, tras la sentencia de la Gürtel, Mariano Rajoy debía haber presentado una moción de confianza. No lo hizo porque la declaración de Albert Rivera («la legislatura está acabada»), dejaba claro que habría perdido. Rajoy quiere y cree que lo mejor es que siga. Se puede estar muy en desacuerdo, pero es su derecho constitucional. Pedro Sánchez ha presentado la moción de censura. Sí al consenso en cuestiones de Estado, como la DUI catalana, pero el líder de la oposición no quiere cubrir al Gobierno tras una sentencia demoledora. Sin moción quedaría en posición pastosa. Ahora corre el riesgo de perder. En todo caso es también su derecho constitucional.

Ha surgido también con fuerza (Cs, El País, El Mundo) la tesis de que es obligado el adelanto electoral. Pero a corto es imposible. Solo el presidente del Gobierno puede convocar elecciones. Y si no quiere todo queda en ruido y un brindis al sol. Además, Rivera no tiene los diputados necesarios para presentar una moción instrumental (para convocar elecciones). La idea tampoco encaja mucho en la Constitución que, para evitar su proliferación y la inestabilidad (IV República francesa), estableció la moción de censura constructiva: mayoría absoluta, candidato y programa de gobierno. De ahí la sospecha de que Rivera exige a Sánchez la moción instrumental porque es el favorito en las encuestas. Pero nada garantiza que unas elecciones fueran a dar una mayoría sólida o un pacto estable. Una publicada ayer da la victoria a Cs, con menos escaños que el PP, y al PP el cuarto lugar, con más escaños que ahora Cs. Pero no hay mayoría Cs-PP ni tampoco de izquierdas. ¿Estaríamos en un marco mejor?

Constitucional y práctica

Es cierto que la moción abre un periodo de inestabilidad, pero corto comparándolo con la disolución de las Cortes, la campaña electoral y las negociaciones posteriores para la investidura. Por eso la moción de censura es más constitucional y práctica que la de exigir -sin poder- elecciones anticipadas. Aunque la moción socialista tiene un punto débil. Puede (será difícil) lograr los 176 votos precisos, pero no dispondría de una mayoría para gobernar. No reúne pues todas las condiciones de una censura constructiva. La elección real -lo que hay- está entre Rajoy con solo 136 diputados, casi nulas posibilidades de pactos y las Gürtel a cuestas, o Sánchez con el cambio político pero más lejos aún de la mayoría (85 diputados). Todo lo demás no es operativo. Rajoy está en situación infernal y en minoría parlamentaria y social y gobierna porque la economía ha mejorado y construir una mayoría alternativa sigue siendo muy espinoso.

La difícil gobernabilidad poscrisis no es solo española. Sucede también en otros países e Italia está incluso peor. Al menos aquí hay gotas de sensatez. La presidenta del Congreso, Ana Pastor, y Pedro Sánchez pactaron ayer que todo se decida el próximo viernes. Así el punto máximo de la inestabilidad -otra cosa es la de fondo que seguirá- habrá durado solo una semana.