José Antonio Alonso, ministro de Interior y Defensa con José Luis Rodríguez Zapatero, ha muerto a los 56 años víctima de un cáncer de pulmón. El exministro arrastraba problemas de salud desde que en el 2011 sufriera un ictus.

Si había un hombre que encarnaba la definición de "políticamente correcto" ese era José Antonio Alonso. Al frente de los ministerios de Interior y Defensa siempre midió mucho sus palabras, procurando mantener la compostura y no sacar los pies del tiesto.

Alonso nació en León, región en la que compartió juegos y pupitres con el expresidente del Gobierno. Estudió Derecho y con 25 años ya era juez, profesión que ejerció en Cantabria, Pamplona, Gran Canaria y Madrid. Entre 1994 y 1998 fue portavoz de la asociación progresista Jueces para la Democracia y en 2001 fue nombrado vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

En el 2004 aceptó la oferta de Zapatero para encabezar las listas socialistas en León, aunque no se afilió al partido para no perder su condición de juez. Desde entonces se mostró fiel al presidente al aceptar todas sus peticiones, pese a que le ha tocó lidiar con carteras difíciles.

Así, estuvo al frente de Interior hasta que ETA anunció la tregua y, aunque la excusa oficial fue que se iba para sustituir a José Bono en Defensa, se comentó que dejaba Interior porque ni él ni en el partido le veían ejerciendo de portavoz durante el proceso de negociación. Le sustituyó en la cartera Alfredo Pérez Rubalcaba, orador más hábil y más curtido en el arte de salir airoso de las situaciones más complicadas.

Alonso era un hombre afable, pese a su gran discreción. En el ambiente periodístico se decía que era difícil arrancarle una noticia. Respecto a sus aficiones, era tan amante del cine que siguió visitando las salas de proyección incluso siendo ministro. 'El Padrino' era su película favorita y 'Angie', de los Rolling Stones, su canción preferida.

Aficionado al fútbol y seguidor de la Cultural Leonesa, donde jugó de joven. Fumador empedernido, hace unos años dejó el tabaco pero no pudo abandonar su afición al chicle, que le tranquilizaba en los momentos difíciles.