El Clay Mathematics Institute, en Cambridge, Massachusetts, EEUU, anunció en el año 2000 que ofrecería un premio de un millón de dólares por cada uno de los denominados siete problemas del milenio que fueran resueltos. Hasta la fecha, el único de esos rompecabezas matemáticos que ha sido solucionado es la conjetura de Poincaré. Lo hizo el científico ruso Grigori Perelman, pero en el 2006 renunció a la cuantiosa recompensa y a la Medalla Fields, la máxima distinción que puede recibir un matemático, lo que generó una ola de asombro mundial.

«A nosotros nos echarían a la hoguera si los tres partidos constitucionalistas pudiéramos formar gobierno y no lo sacáramos adelante. Nadie se lo podría creer», sostiene un alto cargo de Ciutadans. El problema para esas tres fuerzas, admiten otras fuentes del partido naranja, es que esa ecuación es muy difícil que llegue incluso a formularse, entre otras razones porque intuyen que el voto secesionista se mantendrá similar al del 2015 «debido a que no ha pasado suficiente tiempo para que la declaración unilateral de independencia y sus perjuicios les hayan desgastado más electoralmente». Hasta el socialista Miquel Iceta ha explicitado en público que el constitucionalismo «no suma», con lo que su ansiada cuadratura del círculo aún sería más dificultosa al entrar en juego otros factores.

De la retahíla de encuestas que se han publicado en las últimas semanas no hay ni una que otorgue la mayoría absoluta a la adición de C’s, PSC y PPC. Resolver la situación con esos guarismos, por tanto, parece en estos momentos un ejercicio más inaccesible que los seis problemas del milenio irresolutos. Podría repetirse una mayoría absoluta independentista -más probable que la del otro flanco- y entonces ya no tendrían ni que hacer cábalas. O podría ser clave el papel de Catalunya en Comú Podem, que propone un pacto «transversal», descarta la política de bloques, la unilateralidad y cualquier pacto con Ciutadans o los populares.

«RESPONSABILIDAD» / Pero si hay científicos que persisten en intentar desentrañar P versus NP, la hipótesis de Riemann, las ecuaciones de Navier-Stokes, la existencia de Yang-Mills y del salto de masa y las conjeturas de Hodge y de Bich y Swinnerton-Dyer, tampoco Inés Arrimadas quiere dar por imposible la suma constitucionalista y reclama «generosidad y responsabilidad» a la mínima que tengan un escaño más que los independentistas.

En la candidatura naranja son conscientes de que ese resultado sería casi la única posibilidad para acceder a la presidencia: si esa conjunción acabara superando el listón de los 68 escaños, a tenor de los últimos sondeos, ello implicaría que Ciutadans habría rebasado con creces los 25 diputados actuales y tendría muchos números de ser la fuerza constitucionalista más votada. Si fuera así y no se produjera la remontada en que confía el PSC, esto les permitiría volcar toda la presión sobre los socialistas para que Iceta se desdijera de sus palabras y aceptara investir a Arrimadas por mucho que en el PP también haya muy altos cargos que prefieran al líder socialista por aquello de que dar poder a C’s seguiría desgastando a los conservadores, también cara a unos futuros comicios al Congreso.

Con todo, «sería una buena noticia» que Arrimadas ganara a ERC, afirmó hace unos días el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo. Por mucho que los populares prefirieran un pacto a la vasca con Iceta emulando al exlendakari Patxi López, es harto improbable que se abortara un Gobierno no independentista por las reticencias del PPC, ni siquiera aunque Xavier García Albiol no obtuviera la vicepresidencia como ha reclamado esta semana.

EL PROBLEMA MORADO / Pero llegamos ahora al núcleo del problema. Porque demoscopia mediante, el factor clave de Catalunya en Comú-Podem podría centrar todos los cálculos. Y es aquí donde Iceta juega sus bazas, nada fáciles tampoco si él no es el más votado. La candidatura de Xavier Domènech ha dejado claro que no facilitará la presidencia ni a Carles Puigdemont ni a Arrimadas por mucho que ella les haya pedido la «abstención».

De ahí que el PSC subraye a lo largo de la campaña que su cabeza de cartel es quien tiene más posibilidades: dada la negativa de los comuns a cualquier asomo de pacto con Ciutadans, los socialistas ganarían enteros para tratar de convencer al partido de Domènech para que les facilite un Govern en solitario, pese a que la confluencia de izquierdas mantiene ahora un perfil de respuesta como el que ofreció Perelman cuando explicó su renuncia al millón de dólares del Clay Mathematics Institute: no quería convertirse en una «mascota» para el gremio. «¿Por qué tendría que correr a por el dinero?».

Una derivada que también tienen muy presente en las naves nodrizas de los partidos constitucionalistas pero a la que Iceta quiere encontrarle una arista. ¿Y si ganara Puigdemont? ¿Y si ganara Junqueras? Entonces, los de Domènech tendrían más dificultades para rechazar a Iceta.