A tan solo cuatro días para la sesión constitutiva del Parlamento de Cataluña, los tambores de guerra en el comienzo de la legislatura no cesan. El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont escuchó ayer cómo su partido, el PDECat, y su socio de gobierno, ERC, han hecho sendos llamamientos al pragmatismo para que afronte con «realismo» la complejidad de una investidura a distancia. Pero los velados recados de Artur Mas y Marta Rovira, que se suman a la contrición generalizada que varios líderes independentistas han hecho esta semana bajo presión judicial, no han inmutado a un Puigdemont que insiste en que todo lo que no sea reelegirle a él será un «fraude democrático».

En videoconferencia desde Bélgica y ante el consejo nacional del PDECat, el exjefe del Gobierno catalán, huido de la justicia, advirtió de que «en ningún caso se puede subvertir» el mandato democrático de «restituir el Govern legítimo» que él encabeza con «debates reglamentarios» y sobre «procedimientos parlamentarios».

«Los diputados tenemos derechos que se deben respetar, pero sobre todo quien tiene derechos son los ciudadanos. A nosotros nos toca proteger y reivindicar por encima de todo los derechos de los ciudadanos. Que el árbol no nos tape el bosque», recetó Puigdemont en plena marejada entre Junts per Catalunya, el PDECat y Esquerra por la resolución de la investidura, y concretamente de cómo mantendrán la mayoría independentista teniendo en cuenta la ausencia de ocho de sus diputados (tres en prisión preventiva -que podrán delegar sus votos- y cinco en Bruselas.

De la intervención del expresidente catalán no se desprende novedad alguna: JxCat deja en manos de la nueva Mesa del Parlament la fórmula, telemática o por delegación, para que Puigdemont pueda someterse a un debate de investidura como muy tarde el 31 de enero. Sin embargo, ERC prefiere que la última palabra la tengan los letrados de la Cámara, que en reuniones informales han coincidido en la inviabilidad de una investidura no presencial. Además, el Gobierno central ya ha advertido de que impugnará los planes de Puigdemont ante el Tribunal Constitucional, y que cualquier elección «ilegal» supondrá la prórroga del artículo 155.

DOBLE RECADO

Ante estas eventualidades, el dimisionario presidente del PDECat, Artur Mas, y la número dos de ERC, Marta Rovira, incluyeron en sus respectivas intervenciones ante las bases de sus partidos lo que pueden interpretarse como sendos recados al expresidente de la Generalitat, con la palabra «realismo» como denominador común.

En su último discurso como dirigente posconvergente, Mas deploró, sin citar en ningún momento a Puigdemont, a aquellos «líderes» que actúan con un «exceso de ideología». «Líderes que no saben leer la realidad y que la acaban confundiendo con su ideología», reprochó retóricamente. A respuesta a ello sonó la aseveración posterior del expresident de que los diputados de Junts per Catalunya no sufren «ningún trastorno ideológico».

Pocas horas antes, la secretaria general de ERC había andado ya en la misma dirección, también sin alusiones directas al líder de JxCat, ante el consejo nacional de su formación. Rovira abogó por «dar pasos sólidos, firmes, claros y contundentes» (no precisó cuáles) para «continuar construyendo país afrontando las dificultades con realismo y explorando las alianzas y las fronteras del independentismo para seguir creciendo y ser cada día más fuertes». El objetivo son claramente los comuns, de los que puede depender la composición de la Mesa del Parlamento catalán y la investidura si los autoexiliados no renuncian a sus escaños.

PARTIDO UNIDO

En lo que sí sintonizaron Puigdemont y Mas fue en la necesidad de que el PDECat cierre filas a favor de sumar fuerzas con el exitoso espacio electoral de JxCat, y así ensanchar su caladero de votos cara a futuros comicios, como las municipales del 2019. A este llamamiento se sumó la líder del PDECat, Marta Pascal, pero también advirtió de que su formación no aceptará «la negación de su patrimonio», es decir, de la herencia de CDC.