El presidente de los populares, Mariano Rajoy, ya no hace esfuerzos por apoyar aunque sea tímidamente, como había venido haciendo hasta ahora, a Cristina Cifuentes. Quedó claro ayer martes en su comparecencia ante la prensa en Argentina, donde se encuentra de viaje oficial. Rajoy y su equipo saben que Cifuentes no tiene más recorrido. Su carrera política se da por acabada en la sede central del PP y se descarta absolutamente que pueda ser candidata en las próximas elecciones autonómicas. Mucho menos aspirar a dar el salto a la política nacional, como quizás soñó cuando aparecía en las quinielas de aspirantes a suceder a Rajoy.

Ahora queda que el aparato del partido elija el momento que considera más oportuno para dejarla caer, como exige Ciudadanos. Y la forma de hacerlo. La decisión sobre esa cuestión no será abordada formalmente en la cúpula popular hasta que el presidente no esté de vuelta en España. Entonces será cuando los colaboradores de Rajoy planteen a su jefe los escenarios que hay sobre la mesa: aguantar a la presidenta para forzar a Ciudadanos a que apoye una moción de censura de un socialista que llega avalado por Podemos, bajo el supuesto de que eso penalizaría a los naranjas en el electorado de centro-derecha o entregar su cabeza política. Y, como pide Albert Rivera, buscar un sustituto o sustituta en las filas del PP.

Si el camino es ese, lo más probable es que se busque un perfil joven en el seno del grupo parlamentario para impulsar un gobierno de transición, sin mayores pretensiones, que aguante hasta los comicios. Como en Murcia.

Rajoy solo quiso ayer entrar en el juego de tiras y aflojas con Ciudadanos, pero evitando el fondo de la cuestión. Rivera había advertido al PP que o se va Cifuentes o habrá «cambio de gobierno en Madrid». El PSOE ve en este escándalo «corrupción». De esto el líder popular ni palabra. Del máster, o de la credibilidad de su presidenta en Madrid, ni palabra tampoco. Nada que ver con las declaraciones que hizo el pasado sábado en su Convención nacional. «Es un tema de partidos. Si alguien amenaza o advierte debería explicar por qué lo hace. Yo desde luego ni amenazo ni advierto, pero ese tema tiene su lugar donde está residenciado y espero que allí se resuelva a la mayor celeridad posible y con el mayor sentido común posible», enfatizó el presidente.

En Madrid hubo otro que sí habló ayer de un máster, y con bastante más claridad que su compañera Cifuentes. Fue Pablo Casado, el vicesecretario de comunicación de los populares.

«HE HECHO LO CORRECTO»

La presidenta regional pudo comprobar aquello de que las comparaciones son odiosas. Casado, convocó a una cincuentena de periodistas y blandió la matrícula y los trabajos que realizó en el máster de Derecho Autonómico y Local de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), el mismo que ella, para frenar las dudas desatadas sobre su currículum. Admitió que le resulta «humillante» tener que aportar tantas pruebas porque actuó como «un estudiante más» en aquel curso 2008-2009 y sin ningún «trato de favor». «En mi casa se ha primado siempre el academicismo (...) Tengo la plena conciencia de que he hecho lo correcto», aseguró.

La diferencia entre la reacción de Casado al mostrar los trabajos y la de Cifuentes deja en un lugar todavía más delicado a la dirigente regional, que está al filo del precipicio. Casado explicó que realizó el máster porque tenía intención de hacer el doctorado. Equivalía a 60 créditos y por su formación anterior (licenciado en Derecho) logró que le convalidaran 40, el máximo permitido, apuntó. El vicesecretario del PP comentó que recibió esa información el primer día que se entrevistó con el director del curso, Enrique Álvarez Conde. Este le aseguró las convalidaciones que podría tener y que los créditos que le quedaran pendientes los podría completar mediante la realización de trabajos. Por eso no tuvo que ir a clase ni realizó examenes, argumentó.

Por tanto, de las 22 asignaturas que tenía pudo convalidar 18. Solo le quedaban 20 créditos por desarrollar. Para ello redactó cuatro trabajos, que exhibió este martes.