A sus 38 años, posiblemente Verónica Pérez nunca imaginó que llegaría un día en que le tocaría enfrentarse a una maraña de prensa a las puertas de su partido, el PSOE, para proclamar con voz serena “en este momento la única autoridad del PSOE soy yo”. Y es que quienes la conocen de cerca resaltan que tras su aspecto dulce y aniñado se esconde una mujer con voluntad propia y firme capaz de tomar las riendas en los momentos más difíciles. Por eso, rechazan la imagen de una dirigente “tutelada” por la baronesa andaluza Susana Díaz; conceden que a lo sumo se trata de “trayectorias paralelas”.

Sin embargo, la carrera de Pérez, separada y con dos niños, ha transcurrido más bien a la sombra de la de Díaz. Ambas mujeres se conocieron ya en la adolescencia, cuando ambas coincidieron en un congreso de Juventudes Socialistas, a donde se afilió cuando apenas tenía 14 años. En cuanto cumplió los 18, se afilió al PSOE andaluz, la agrupación más poderosa y donde siempre ha tratado de vincularse a políticas de igualdad y de lucha contra la violencia de género, uno de sus grandes ideales aunque le haya tocado lidiar con materias más ásperas como la ordenación del territorio o el medio ambiente desde la ejecutiva regional (2004-2008). En el terreno institucional, ha sido concejala del Ayuntamiento de San Juan de Aznalfarache (Sevilla), y diputada regional desde 2004 en elParlamento Andaluz, donde desde hace apenas un año ocupa además la secretaria primera de la Mesa.

UNA DE LAS "DELFINAS"

Más llamativa ha sido su carrera orgánica. Díaz confió en ella para que pusiera orden en el PSOE de Sevilla, el más potente de todas las agrupaciones del partido, el único que no pierde elecciones, cuando la formación se abrió en canal precisamente por la pugna entre Díaz y su entonces padrino, José Antonio Viera. Desde ese momento, los socialistas sevillanos viven una etapa de consenso desconocida desde hace tiempo y donde apenas nadie “se atreve a toserle”. Su papel en ese puesto le llevó incluso a ser considerada como una de las posibles sustitutas de Díaz cuando ésta empezó con los primeros amagos de aspirar a hacerse con la dirección federal del PSOE. Ella, sin embargo, callaba y, como su jefa y amiga, se limitaba a señalar que estaría donde la pusieran los compañeros.

Esa una fe ciega e inquebrantable en Díaz no solo la ha aupado a formar parte de su entorno de máxima confianza, sino a que le valió para que la baronesa andaluza la colocara como uno de los puntales para “guiar” la ejecutiva de Pedro Sánchez, y convirtió a Pérez en la presidenta del comité federal. Desde ese puesto que la ha convertido ahora en la máxima autoridad del PSOE, dice sentir una “inmensa tristeza y dolor” por los últimos acontecimientos vividos en esos días en un partido al que dice querer casi como a su familia directa.