Desde que desembarcó por sorpresa hace tres meses en Bélgica hay varias constantes fijas en la vida de Carles Puigdemont en el país. La primera es el apoyo firme y sin fisuras que le han brindado los nacionalistas flamencos de la N-VA, que gobierna Bélgica junto a los liberales francófonos del primer ministro Charles Michel. La segunda es su abogado, Paul Bekaert, que le ha guiado con éxito en los tribunales belgas, le ha librado de la orden europea de detención y entrega cursada y retirada después por España y ha ejercido de guía en su vida social y política.

Lo acompañó a la representación de El Duque de Alba en la ópera de Gante, sobre el levantamiento de los flamencos contra los españoles, y a alguna de las recepciones de año nuevo a las que fue invitado por organizaciones locales de la N-VA. Pero si ha habido un elemento inamovible en estos 100 días de Puigdemont en Bélgica -los celebró en una concentración en Lovaina-, ha sido el uso de las redes sociales, que se han convertido en su gran altavoz al mundo, así como su estrategia mediática de despiste a los medios de comunicación, en respuesta al férreo marcaje que sufre, especialmente de algunas televisiones.

Frente a las constantes, las incógnitas. La primera, su alojamiento. Nada más llegar, el expresident se alojó en el céntrico Hotel Chambord. Su estancia fue corta. Las cámaras de televisión en la puerta le hicieron buscar rápidamente un lugar más discreto. Desde entonces, uno de los lugares donde más veces se le ha visto ha sido el Hotel President Park de Bruselas, de la cadena Husa, donde JxCat ha organizado varios encuentros con la prensa y con simpatizantes.

Cena y fotos

También ha pasado fines de semana en la villa que el empresario Walter Verbraeken, vinculado a la N-VA, tiene en una propiedad de 2,6 hectáreas de Sint Pauwels, a 30 kilómetros al norte de Amberes. Su presencia fue descubierta porque estuvo cenando en uno de los bares locales y se hizo fotos con los presentes.

Su último refugio también ha sido desvelado por la prensa, prueba de que Puigdemont se ha convertido en unos de los políticos extranjeros más conocidos y perseguidos del país. Se trata de una villa de 550 metros cuadrados y con un alquiler mensual de 4.400 euros situada en Waterloo, en el Brabante valón. «Sé extraoficialmente que está aquí, pero no tengo ninguna información oficial», relata a este diario la alcaldesa del municipio, Florence Reuter, que se enteró por la prensa de su presencia. «No está registrado y no ha hecho ninguna solicitud oficial a la comuna», añade.

Reuter ha recibido muchas llamadas estos días. «El pasado fin de semana hubo un poco de agitación porque había muchos periodistas en el lugar. Recibimos un par de llamadas de personas diciendo que es un escándalo, que debería volver a su casa y hacer frente allí a la justicia y no venir a Waterloo, pero tiene el derecho legal de hacer lo que quiera. Es un ciudadano como cualquier otro», alega.

Cosmopolitas

Esta liberal francófona, de las filas del primer ministro, asegura no saber por qué Puigdemont ha escogido su municipio de 30.000 habitantes, 5.500 de ellos de origen extranjero. «En Waterloo somos muy cosmopolitas. Tenemos 108 nacionalidades y la comunidad española es la quinta más nutrida (339 personas registradas) después de belgas, franceses, italianos y británicos. ¿Si conoce a alguien aquí? No lo sé. Es una comuna próxima a Bruselas, tranquila. Si esto es lo que le ha atraído no lo sé. No tengo explicación», afirma.

La ley es clara: todo ciudadano europeo tiene la obligación de inscribirse en el ayuntamiento si va a residir más de tres meses en Bélgica. Para ello tiene que cumplir alguna de las siguientes condiciones: ser trabajador asalariado o independiente, si busca empleo, si dispone de recursos suficientes para no suponer una carga para el sistema social belga y tiene un seguro médico que cubra cualquier riesgo durante su estancia en el país o si es estudiante o sigue algún tipo de formación profesional.

«Quien no se inscriba se arriesga a una multa de 200 o 250 euros y a una potencial orden de expulsión del país, pero entre europeos es muy raro que manu militari se meta a un europeo en un avión para reenviarlo a su país», afirman fuentes de la administración. Entre otras razones porque el contador, explica la misma persona, se pone a cero si uno prueba que ha salido del país, aunque sea por un solo día como hizo Puigdemont con su breve escapada a Copenhague. «Tiene un buen abogado que le aconseja muy bien», opina.

Amigos

Buen abogado y sobre todo con amigos bien posicionado. «Puigdemont es un amigo y los amigos siempre son bienvenidos. No dejamos caer a los amigos. Nunca les daré la espalda aunque tengan problemas», prometía el líder de la N-VA, Bart de Wever, en la cadena VTM tras su llegada al país. La presión política de estos tres meses no le ha hecho cambiar de idea aunque al menos públicamente no se ha dejado ver con él.

Tampoco lo ha recibido ningún responsable europeo. Es más, los mensajes de las instituciones europeas han sido firmes en defensa del Gobierno español. «La UE se ha mantenido demasiado silenciosa y pasiva. Puigdemont hizo un movimiento inteligente al venir a Bélgica. Ha creado un gobierno en el exilio y todavía puede hablar con libertad. Si se hubiera quedado en Cataluña hubiera ido a prisión», alaba la diputada de la N-VA, Kristien van Vaerenbergh, su anfitriona en la recepción de año nuevo de Lennik. Carles Puigdemont ya ha dicho por activa y por pasiva que mientras no obtenga garantías de que no irá a la cárcel no regresará a España. En Bélgica, por el momento, sigue teniendo casa y amigos.