Tras nueve días intensos de fiesta, Zaragoza se mantenía despierta a ritmo de la música de las charangas. O por lo menos los asistentes a la Misericorida, que volvió a llenarse, esta vez, en la última jornada de vaquillas.

Tanta fiesta se percibió por la torpeza y el descuido de muchos de los mozos. Más de medio centenar de jóvenes fueron saltando a la arena llevando aún encima los restos de la noche anterior. En total, diez personas tuvieron que ser atendidas, de las cuales dos fueron trasladadas a un centro hospitalario.

Aunque algunos demostraron su habilidad con recortes y saltos por encima para esquivar a las reses, la jornada estuvo marcada por los revolcones, la mayoría fruto de la falta de reflejos y la atención. Una de las vacas cogió a un chico que no la vio venir porque estaba mirando el móvil, que, por supuesto, no soltó.

Fueron tan continuos los tropiezos que a cada caída sobre la arena, la voz del animador se dejaba oír por el micrófono con un desesperado «¡ahí va!».

Al igual que en el ruedo, las gradas reunieron a jóvenes que volvían de fiesta, pero también a padres y madres que llevaban a sus hijos a ver a las vacas. A veces, el público se mostró tan disperso como los mozos, tanto que solo consiguió formar una ola tras los numerosos intentos fracasados de un peñista que daba las instrucciones con su megáfono.

A partir de la tercera vaca, las caídas se repitieron y tras cada caída, un nuevo empentón por parte de la res. El comentarista llegó a decir «¡ahí va!» cinco veces más. El público se animó cuando los animales subían a la tarima, lo que ocurrió en más de diez ocasiones.

Y así, tras la salida de las 19 reses de la ganadería de Hnos Ozcoz y unos mozos un tanto distraídos, se ponía fin al último día de vaquillas de las fiestas del Pilar 2016.