El Tragachicos ha salido a comer todos los días de las fiestas del Pilar. Sin duda, este baturro ha demostrado ser de buen comer y ha recorrido muchos barrios de Zaragoza en lo que llevamos de pilares. Pero ayer decidió que era hora de sentarse a la mesa en compañía y decidió llamar a dos amigos para que se unieran al festín. Los afortunados fueron los tragachicos de Borja y Fuentes de Ebro. En el menú, cientos de niños que llegaron a la plaza del Pilar y esperaron pacientemente su turno para lanzarse por el tobogán y ser engullidos por los ya queridos tragones personajes.

Los tres toboganes despertaron la curiosidad de los más pequeños que quisieron probarlos todos. El Tragachicos de Zaragoza ya era un viejo conocido para muchos de los chavales, por lo que nadie temía ser parte del bocadillo que sujeta entre sus manos. De hecho, todos ellos se atrevían tocaban su cara y hasta sus dientes antes de meterse en la boca, lanzarse por el tobogán y aparecer por el otro extremo, en muchos casos, partidos de la risa y a veces incluso medio descalzos. «¡Has bajado espatarrado!», le decía una abuela a su nieto mientras recogía la zapatilla que había salido disparada debido al ímpetu del chaval.

Como una sola bajada no era suficiente, los niños y sus acompañantes volvían a las filas para conocer al resto de figuras. El dragón de Borja recibía a los niños con su amistosa mirada. La boca del tragachicos invitado era articulada y cada vez que se abría, dejaba ver un oscuro túnel. En este caso, había que introducirse en la mandíbula gateando para llegar al otro lado, donde dos miembros del equipo ayudaban a salir a los atrevidos pequeños que habían decidido acercarse a conocer a fondo al dragón y como premio, recibían un caramelo. Este es el segundo año que la atracción de Borja participa en las fiestas del Pilar, tal y como recordaban los trabajadores del tragachicos. La aceptación del público fue «muy buena y este año también es un éxito, no podemos llevar la cuenta de la cantidad de niños que están pasando por los tres tragachicos». La actividad estuvo programada para todo el día junto la Delegación del Gobierno. La buena temperatura y el día festivo hizo que muchas familias salieran a la calle.

Desde Fuentes de Ebro llegó el último invitado a la cita, un pez amarillo dispuesto a devorar niños. Los pequeños subían la escalera para llegar a la parte delantera y, tras la foto de rigor, posando ante la boca, desaparecían por unos segundos. Al final del tobogán reaparecían haciendo el símbolo de la victoria y posando para la foto final.

Los chavales disfrutaron y no paraban de pedir a sus padres «por favor, una vez más» y así se volvían a la fila. El hecho de que hubiera tres opciones gustó a las familias. «Llevamos alrededor de una hora y los chicos se han subido ya cuatro veces», comentaban unos vecinos del barrio Jesús, quienes recordaban que cuando el tragachicos visitó La Jota, la fila llegó a ser de más de media hora.