Decenas de puestos se han alineado en el paseo Echegaray y Caballero durante las fiestas del Pilar. Artesanía, gastronomía y bisutería han sido algunas de las modalidades de la Muestra Aragonesa que estos días han recibido a numerosas personas que se acercaban desde la plaza del Pilar.

Los que disfrutaron de sus pinchos de chistorra o compraron colgantes para regalar a sus seres queridos, se encontraron ayer con una iniciativa muy especial: un taller matinal de cestería.

El público de Echegaray se acercó por curiosidad y muchas personas decidieron sentarse al ser interceptados por los coordinadores del taller, vestidos de baturro. «Nos hemos sentado porque han sido muy simpáticos», aseguró una de las mujeres que había decidido acercarse.

Indicaciones

El primer turno estuvo compuesto por 15 personas, entre los que se encontraban pequeños y mayores. Cada vez más gente se fue acercando y los organizadores tuvieron que indicar que estaban saturados y que a partir de ahora deberían apuntarse en la lista para participar.

«Una hebra por delante y otra por detrás» era la indicación básica para realizar la cesta. El material de las varillas, según indicaron los especialistas, procede de Indonesia y se llama «médula», más vulgarmente conocido como «rattan».

Cualquiera podía participar y realizar su propia cesta, aunque los niños menores de nueve años tenían que estar acompañados por un adulto.

La cestas eran pequeñas, formadas totalmente por hilos de médula. Estaban sostenidas por una base de madera, con una serie de agujeros por las que las hebras tenían que ser insertadas, que habían sido mojadas con anterioridad para que no se rompieran. Aun así, las instrucciones causaron algún que otro problema a los artesanos.

Hubo a quienes la tarea le resultaba más sencilla porque habían acudido otras veces o ya tenían años de práctica. «Es como fruncir pero sin aguja», señaló un grupo de mujeres mayores sentadas en una de las mesas.

Otros, sin embargo, preguntaron desesperados «si los palos tenían que estar rectos». Una mujer señalaba a su hija y se quejaba: «A ella le está quedando mejor que a mí».

Las cestas despertaron las ansias de competición de los presentes, que no podían perder tiempo por la lista de espera. La actividad enganchó al público y al final, ninguna cesta era igual. Tampoco iban a servir para lo mismo; algunos pensaron en colocar flores en ellas y otros en guardar dinero para los próximos pilares. H

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