Con el pelo recogido en un moño y vestida de baturra, María salió de casa poco después de las 7 de la mañana con su madre, Pepi, como cada año para llevarle flores a la virgen del Pilar. Para María, de 22 años, es una tradición acudir a la ofrenda desde que tenía 2 años. "Disfruto como una enana y además este año ha sido súper rápido porque hemos salido a las 7.30 y ha sido una maravilla. No tengo preferencia con las flores porque sean las que sean van a ser partícipes de la ofrenda y van a estar con la Virgen", contaba ilusionada.

La Ofrenda de Flores es el acto central de las fiestas del Pilar, un momento único de devoción e ilusión que los aragoneses comparten con miles de personas llegadas de diversos puntos del país y del mundo. La devoción y la alegría reinaron ayer en la plaza del Pilar en una jornada en la que brilló el sol, para alivio de los oferentes, aunque al final del día, coincidiendo con el final de la ofrenda se cumplió el pronóstico de lluvias.

El correcto transcurrir de la jornada se debe en buena parte a la labor de los voluntarios que, apostados en varios puntos estratégicos del recorrido, ayudaban a organizar la ofrenda. "Abro la valla cuando vienen los artistas. Es el primer año que hago la ofrenda y me gustaría repetir", contaba Pilar Sus que es voluntaria desde la Expo. Sus estaba al final del recorrido, "lo más bonito que hay es estar con la Virgen", decía.

Emoción y tradición

Amelia lucía orgullosa un vestido blanco con franjas de colores típico de su país, Nicaragua, que era el invitado en la ofrenda de este año. Se levantó a las 5 de la mañana para maquillarse y arreglarse. Además de los oferentes, miles de personas se agolpaban tras las vallas que delimitaban el recorrido para no perderse un detalle de la ofrenda. "Me está gustando mucho, me llaman la atención los grupos que bailan, que amenizan mucho", contaba Pilar que venía desde Castellón con su hija.

Elisabeth llevaba ayer un traje de flamenca morado con lunares negro. Ella es de Granada y desde hace 6 años vive en Zaragoza. Desde entonces acude a la ofrenda cada año porque le gusta "el ambiente" que hace que el día sea muy especial. No muy lejos de donde descansa Elisabeth tras el recorrido, Mireia perseguía a sus dos hijos de 2 y 4 años que correteaban por la plaza vestidos de baturros tras haber entregado las flores a la Virgen. "No paran, se lo pasan muy bien a pesar del madrugón", contaba Mireia.

Más de un oferente se emocionaba al entrar a la plaza y ver a la virgen alzarse ante ellos. Asunción, de 77 años, lleva "cincuenta y tantos" años viniendo a la ofrenda. En esta ocasión "he hecho un sacrificio porque vengo operada de la rodilla pero la Pilarica me da suerte. Le he traído claveles blancos y gladiolos", explicaba. Isabel viene con Mauro, su sobrino de 3 meses, en brazos. "Queríamos que empezara ya la tradición, lleva un traje típico de Zaragoza", contaba alegre mientras se acercaba a la plaza.