La primera función de la feria del Pilar 2017 alcanzó su momento más destacado durante la lidia del cuarto novillo, de la ganadería aragonesa de Los Maños. Tras un tercio de varas ciertamente espectacular que levantó al público de sus asientos, al término de la lidia se le premió con la vuelta al ruedo.

De los seis novillos, cuatro resultaron de triunfo y no fueron debidamente aprovechados por los toreros por unas u otras razones. Tan solo Jorge Isiegas y Ángel Téllez obtuvieron un trofeo. Antonio Catalán Toñete simplemente, no estuvo.

Y es que la familia Marcuello enlotó un encierro plagado de apuestas ganadoras o, por lo menos, en la intención de asegurar el bien ganado prestigio que en este ruedo emanó y están defendiendo cada día con más asiduidad pero sin atropellar la razón, en cosos de mayor entidad como Valencia o la francesa Bayona donde esta temporada también se le dio la vuelta a otro novillo.

En el elenco había un Corbetero, un Beduino, un Saltacancelas y, cómo no, un Quejoso. Nombres todos ellos asociados a ejemplares ya lidiados en Zaragoza. O sea, pies de plomo y a asegurar.

No se equivocaron porque embistieron casi todos y con qué clase, con qué suavidad, con cuánta duración...

El éxtasis llegó en el cuarto turno cuando Jorge Isiegas, tremendamente generoso aún en su propia contra, puso a Palmero desde largo y éste se arrancó con determinación empujando como un camión, con los riñones encogidos, la cara abajo, casi derribando. Qué espectáculo.

TODOs EN PIE / El público saltó de sus asientos como un muelle y reclamó una segunda oleada. Isiegas lo puso de largo de nuevo y el novillo fue. Y una tercera vez.

Para entonces la peña ya estaba de parte del furo e Isiegas brindó al tendido decidido a rematar lo que no pudo redondear en el primero. Tras una comienzo de faena explosivo y de gran receptividad en el tendido rectificó el yerro de su primero --pasado de faena-- y abrevió convenientemente.

En el que abrió plaza y feria, un animal de enorme calidad pero escasísimas fuerzas había firmado los mejores pasajes de la tarde asentandos sobre el fundamento del temple. Bendito temple.

Como también lo hizo por momentos Ángel Téllez, más preocupado de componer la figura que de llevar toreado al novillo, más ocupado en la estética que en rematar atrás para ligar los muletazos que toda la novillada pidió por abajo, protestona si se alzaba la muleta.

Alargó en exceso la faena en su primero quizá porque jamás se había visto en una como esa, con un novillo de tanta clase y duración, que veía las telas en todos los terrenos y a todo acudía pronto y con bríos. Se pasó de faena, mató al encuentro como recurso y se vió con una oreja cuestionable a pesar de haber escuchado un aviso.

Ah, Toñete. Sí, también hizo el paseíllo.