Hace poco más de 25 años, Julia Roberts, que ayer hizo 50, se transformó en Julia Roberts. No estamos sugiriendo trastornos de identidad; es solo que, en 1990, Pretty woman se cruzó por su incipiente carrera. Y en el seno de esa versión moderna de la historia de Cenicienta la actriz creó el alter ego fílmico que llegó a convertirla en una de las mayores estrellas de la historia del cine: la chica sencilla con corazón de oro arrojada a un mundo que no entiende como pez fuera del agua, dotada de una sonrisa más grande que una cabeza humana normal, y cuya aparente vulnerabilidad oculta una gran fortaleza.

Durante más de una década, Roberts reinó en la taquilla dando vida a sucesivas variaciones de ese personaje; y no es casual que sus posteriores intentos de ampliar su repertorio casi siempre en la piel de personajes secundarios -como el que encarnó en Closer (2004), quizá el único de su carrera dotado de una identidad sexual definida- se han venido topando con la indiferencia de la audiencia. Cuando la gente paga para ver a Julia Roberts, quiere ver a Julia Roberts.

Sello personal

Todas las grandes estrellas tienen su sello personal. Brad Pitt suele aparecer en pantalla comiendo algo, y Tom Cruise corre muy rápido. El sello personal de Roberts es un gesto que podríamos llamar llorisa: mitad lloro mitad sonrisa; lo usa para dejar claro que su personaje está intentando mantener la entereza al borde del abismo emocional. La llorisa resume a la perfección la mezcla de aplomo y fragilidad que la actriz abandera.

Casi todas sus películas incluyen al menos una buena llorisa, y sus grandes éxitos incluyen varias. Como La boda de mi mejor amigo (1997). Y por supuesto como Erin Brockovich (2000), historia de una madre soltera que logra derrotar legalmente a una empresa energética por la que Roberts obtuvo un salario récord -ninguna actriz se había embolsado antes 20 millones de dólares por un papel- y acabó ganando el Oscar a la mejor actriz.

Por entonces ya era obvio que la imagen de chica de al lado que había encarnado hasta entonces chocaba cada vez más con su descomunal celebridad. Ella misma meditó sobre esa paradoja en Notting Hill (1999), comedia romántica sobre la relación entre una estrella de cine y el propietario de una librería; con su frase más famosa en la película -«Solo soy una chica, delante de un chico, pidiéndole que la quiera»- parece estar recordándole a sus fans que, en el fondo, no es más que una chica normal de Smyrna (Georgia).

Roberts reflexionó sobre su reputación de rompecorazones en Novia a la fuga (1999), secuela espiritual de Pretty woman en la que se reunió con Richard Gere y el director Garry Marshall en la piel de una mujer proclive a dejar a sus prometidos plantados en el altar. A lo largo de los años, recuérdese, Roberts estuvo prometida con Kiefer Stutherland -rompió con él días antes de la boda-, casada y rápidamente divorciada del músico Lyle Lovett y vinculada sentimentalmente a actores como Liam Neeson, Daniel Day-Lewis, Dylan McDermott, Benjamin Bratt y Matthew Perry. Desde que se casó con el operador de cámara Danny Moder, al que conoció en el rodaje de The mexican (2001), ha mantenido su vida y la de sus tres hijos en la más absoluta privacidad.

En la madurez

¿Qué hace alguien que ha basado toda su carrera en una imagen de exuberancia juvenil -los límites de sus habilidades actorales han sido frecuente motivo de debate- cuando esa juventud se desvanece? Los desafíos de la mediana edad se han convertido en asunto habitual de las más recientes películas de Julia Roberts. En Come, reza, ama (2010) encarnó a una escritora insatisfecha con su vida que se toma un año sabático para comer pasta en Italia, meditar espiritualmente en la India y liarse con Javier Bardem en Bali; en Mirror, mirror (2012), adaptación de la historia de Blancanieves en la que dio vida a la reina malvada, meditó con humor sobre las zozobras que conlleva envejecer en Hollywood, donde siempre hay alguien más joven y hermosa esperando su momento. Y en Agosto (2013) interpretó a un tipo de personaje al que hasta entonces había parecido mostrarse reacia: una madre -obtuvo su cuarta nominación al Oscar gracias a él-.

También en su próxima película, Wonder -se estrena en España en diciembre- veremos a la actriz ejerciendo de progenitora, esta vez de un niño con el rostro desfigurado. Mientras tanto los estudios dedican cada vez menos esfuerzos a producir el tipo de comedias románticas y melodramas para adultos que la convirtieron en estrella. Tras triunfar siendo un pez fuera del agua dentro de la pantalla, pues, Julia Roberts es un pez fuera del agua en el Hollywood actual.